Cienfuegos y el ¿fracaso? de Méjico

© Diego Simón Sánchez

Nos narran las Sagradas Escrituras que, cuando los israelitas fijaron su campo en las cercanías de Moab, el rey moabita llamó con urgencia al adivino Balaam. Para que, como era costumbre entre aquellos idólatras, los maldijese en nombre de las divinidades del país y los aniquilara por medio de imprecaciones. Pero el hombre se transformó: de profeta de la corrupción a profeta de la verdad. Y en lugar de cumplir con su soez mandato, bendijo de forma extraordinaria a los enemigos. ¿Cómo fue posible esto?

Le hacen escalar a la cima de un elevado monte. Observa desde allí el campamento de los hebreos. Advierte la belleza en la ordenada colocación de sus tiendas, descollando en el centro de todas estas: el tabernáculo del Señor. Lo contempla atónito y exclama:

«Balac rey de los moabitas, me ha hecho venir de Siria, de los montes de Oriente. Venid, me ha dicho, y maldecid a Jacob: apresuraos y detestad a Israel. ¿Cómo maldeciré yo a quien Dios no maldice? ¿Cómo detestaré a quien Dios no detesta? Yo le veré de lo alto de los montes yo le observaré de la cumbre de los collados… ¿Quién podrá contar a Jacob que es tan numeroso como los granos de arena? ¿Quién podrá computar el número de los que compondrán la posteridad de Israel? ¡Ojalá muera yo de la muerte de los justos, y que el fin de mi vida se parezca al suyo!», Num. Cap. 23.

¿Qué ha sucedido con el ejército mejicano? No es afán de este artículo narrar la historia de sus hazañas, ni el común denominador de las traiciones de sus superiores. El general Cienfuegos no es más que hijo de su tiempo, leal a lo que hoy es narcotráfico y ayer fue recompensa por matar cristeros: siempre el billete verde. Estados Unidos no le es fiel a nadie y entrega a los suyos: la revolución siempre devora a sus hijos. Ni qué decir de los adoptivos. Estados Unidos vive del narcotráfico y no le importa sacrificar a los que ya no le sirven.

Ante el desastre del ejército, ¿a dónde voltear? ¿Qué monte subir para encontrar los ejércitos fieles a Dios? ¿Dónde están las tiendas de campañas de los nuevos y fieles israelitas? La respuesta la encontramos en el pasado, en las gestas gloriosas de los hijos que se mantuvieron fieles. Nos viene a la memoria el más reciente y paradójicamente el más olvidado: el Mayor Jesús Barragán Leñero. El último cristero, quien en los años 60 levantó un ejército para derrocar al tirano e ilegítimo gobierno mexicano Aunque no obtuvo el éxito, ¿fracasó realmente? Dejemos que sus mismas palabras nos lo aclaren.

«En un vehículo, facilitado por elementos civiles, salimos por la frontera sur, en Ciudad Cuauhtémoc, Chiapas. la vigilancia se había estrechado e imposibilitaba cualquier salida para Guatemala, por lo que regresamos a Veracruz para intentar la salida de Barragán como polizón en un barco español; habiendo logrado la autorización del capitán de la Motonave Guadalupe, que la dio arriesgando la concesión de la línea, Barragán se embarcó, y al entregarle al primer oficial su arma y sus pertenencias, le dijo ‘Estoy a su disposición con la vergüenza de la derrota’; a lo que aquel le contestó:

La derrota no significa una derrota. La vergüenza es para quienes han dejado de cumplir con una obligación para con Dios y con la Patria[1]».

[1]     De Lascurain y Osio, Felipe de Jesús: Memorias.

José Jaime Carranza Alvarado, Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta.