La fútil resistencia de los conservadores

Semana

Hoy puede dar la impresión de que la «primera línea» contra la revolución son partidos conservadores de colores amilanados. Cuyos integrantes se reúnen en sus country clubs y en sesiones del Congreso bajo una premisa: condenar pero conceder.

Reprueban las más novísimas demandas de los progresistas, sea el infanticidio, las uniones sodomíticas o el arrojo de la carne al vicio con la pornografía y la promiscuidad. En cambio, terminan concediendo en cada una de ellas, como pececillos huidizos de algún depredador. Infanticidio, pero bajo ciertas circunstancias. Sodomía, pero en privado. Pornografía, siempre que se dé en unos parámetros y con adulterio sancionado por el Estado.

En suma, la «moral» conservadora está vinculada al instante, a lo que se considera moderno en un momento determinado. Su único vínculo con la Religión es una disyunción inexorable. Se es católico, «pero».

Tomemos un ejemplo de nuestra desmadejada patria. Iván Duque en su campaña afirmó que «no se saldría de la jurisprudencia en lo referente al aborto» y que «respetaría a las instituciones aunque no esté de acuerdo», pues «es pro-vida». También recordemos que hace pocos meses, en razón de una sentencia judicial, tuvo que borrar un trino que conmemoraba el centésimo primer aniversario del reconocimiento de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá como Reina de Colombia. En seguida, publicó otro invocando el respeto por las libertades religiosas (rectius, la libertad de error) para luego hacer la mención de la fiesta de Nuestra Señora.

Que el lector no se engañe: esta no es una regañina más hacia los conservadores. Buscamos que no se caiga y recaiga en el error de considerarlos como suerte de aliados. Porque son una faz más de la democracia: una inicua rueda descarriada que se dirige a un abismo. Sostenida por sus radios, rojos, azules o verdes, y por un centro pequeño y timorato que, no obstante su tamaño, es la síntesis de todo el sistema.

Remataremos con otro ejemplo más mediático. Es el del argentino Agustín Laje. «Antifeminista», reivindica la primera ola del feminismo como «necesaria». Apoya el origen del feminismo por ser «un movimiento liberal que buscó reclamar los derechos individuales de las mujeres». No es necesario apuntar para dónde va eso. Por razón de espacio, no nos es posible mencionar más sobre este personaje que ha hechizado a tantos.

Para no dejar lugar a dudas sobre lo que se quiere decir. Veamos de qué modo muchos condenaron la quema de iglesias en Chile. Porque «era una destrucción ciento cincuenta años de patrimonio histórico», «gran pérdida cultural», «afronta al orden público…».

Todos los conservadores tienen ese estilo para condenar: timorato. Van a la fachada, no a los fundamentos. Condenan sin nunca ver el quid del asunto: que toda gran cuestión política lleva por tras una cuestión teológica, en palabras de Juan Donoso Cortés. Por eso siempre terminan concediendo: condenar mas conceder. Porque sus fundamentos son los mismos.

Felipe Criollo, Círculo Tradicionalista de la Nueva Granada.