La semana pasada el actual presidente Gustavo Petro levantó polémica con sus declaraciones sobre la Amazonía. En esta intervención, entre otras cosas, afirmó que desea que la Amazonía sea custodiada por los Estados Unidos y la OTAN.
Este hecho, aunque no debería sorprender a nadie que haya realizado un estudio serio sobre los nexos del actual presidente, es de interés porque hace parte de una serie de declaraciones y actos que exhiben su estrecha adhesión a lo emanado desde Washington. Asimismo, nos muestra cómo varios tópicos de su discurso son, en el fondo, una forma de inadvertidamente consolidar todavía más si cabe la subordinación de Colombia a los Estados Unidos, muy a pesar de lo que creen sus seguidores.
En este caso particular Petro confirma lo que ya venían advirtiendo distintas personalidades desde trincheras intelectuales bien dispares: el uso del discurso ecologista para justificar la intervención y ocupación militar de distintas zonas del mundo, idea que ha venido rondando las páginas de algunas revistas académicas de diversas universidades de gran importancia del primer mundo.
Por supuesto, esta preocupación por las llamadas intervenciones ecológicas no parte meramente de las oscuras divagaciones de algunos académicos asociados a la plutocracia internacional, sino que, en los años recientes, no han sido pocas las veces en que varios jefes de Estado de países de la OTAN han insinuado que la Amazonía al ser, según ellos, patrimonio de la humanidad, no debería estar bajo los negligentes gobiernos de los países que actualmente ejercen su soberanía sobre ella. Un ejemplo claro de ello fueron las palabras del presidente de Francia sobre la situación de la Amazonía brasileña y la actuación del gobierno de Bolsonaro al respecto. En palabras de Macron, Brasil no tiene derecho a tomar decisiones unilaterales sobre su territorio porque, de nuevo, es patrimonio de la humanidad. Esta línea de pensamiento como es evidente puede llevar a que los países amazónicos pierdan su soberanía sobre la selva y que esta sea convertida en una suerte de territorio internacional administrado por los yankis y sus socios.
Adicional a lo anterior hay que considerar dos cosas más, a saber, que la obsesión de los yanquis con la Amazonía es antigua y que ésta tiene una gran importancia geoestratégica. Para comprobar lo primero baste mencionar la intervención de Al Gore ante el Senado de los Estados Unidos en 1980: «Al contrario de lo que los brasileños opinan, el Amazonas no les pertenece a ellos, sino a nosotros». En cuanto a lo segundo, es algo que los propios yanquis reconocen en la actualidad, como lo evidenció la comandante Laura J. Richardson al destacar la importancia de la región y sus recursos.
Mientras la derecha liberal se preocupa por la amenaza rusa y la izquierda celebra su victoria contra el imperialismo, Petro nos demuestra que, en primer lugar, la amenaza no está donde los primeros creen que está y, en segundo lugar, que él no es precisamente un enemigo de ese imperio.
AGENCIA FARO, Colombia. E. Jiménez