«Hagamos grande nuestro Perú»

El Señor de los Milagros. Foto: Iglesia.org Perú

Mientras el mundo busca artificios para crear una tan aclamada unión a través de la invención de pseudo valores, la fe católica se impone con natural fuerza y consigue la auténtica unidad, que reúne a personas de diversas edades, sexos, razas y estratos.

El año 1687 fue cuando salió en procesión por primera vez la imagen del Señor de los Milagros, sin embargo, el 2020 y 2021 debido a las restricciones injustas no se permitió que la imagen haga sus recorridos correspondientes, tiempos en los que el dios salud y el dios miedo estaban muy latentes, años en los que, en vez de confiar en el único Dios verdadero, se le privó de darle el culto público que le corresponde. Es así como después de dos años de restricciones, este octubre, tradicional mes morado, el Señor de los Milagros ya va saliendo en procesión cuatro veces, faltando así el recorrido final, el de la despedida, el 1 de noviembre.  

Es cierto que el modernismo, la secularización, estos han permeado todo sin distinguir fronteras, sin embargo, Perú es un país que aún reconoce la importancia y necesidad de Dios, un país en el que todavía están presentes diversas expresiones de cristiandad.

El pasado 28 se llevó a cabo el penúltimo recorrido de la imagen del Señor de la tierra y de los temblores, la procesión del Señor de los Milagros es el culto devocional más importante de Perú católico. Es un gran deber vivir y transmitir esta importantísima tradición, pues es manifestación de la cristiandad, gran oportunidad de recordarle al mundo que Cristo es realmente Rey, lo es en todo instante, no sólo en nuestra vida privada. Si realmente somos católicos necesariamente tenemos el deber de ser tradicionales, de preservar este legado, precioso tesoro que se nos ha confiado, cuidándolo de innovaciones y contaminaciones que nos conviertan en traidores.

Al llegar el décimo mes del año, el color morado tiñe Lima Centro, las casas, negocios y calles se  adornan con pancartas, globos, banderines, telas, flores, velas que evocan al Cristo de Pachacamilla; este color tan característico, no es casual, se debe a que el morado representa el sacrificio, término muy olvidado y rechazado  en el mundo moderno, pues lo que el hombre tiende a buscar es la comodidad, evitando a todo costo el más mínimo signo de sufrimiento, como símbolo de contradicción a todo ello, está nuestro Rey crucificado por amor, «porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna», sin embargo, solemos olvidar que si bien nos ama a todos, es necesario que obremos bien, veamos nuestros errores, nos arrepintamos, es decir, que seamos católicos a cada instante, a tiempo completo, en otras palabras, que el color morado que  cada octubre tiñe a Lima, que tiñe a Perú, se impregne permanentemente en cada una de nuestras vidas. Pues es de hipócritas creer que es posible ser católico acordándonos de nuestro rey exclusivamente en fechas específicas.

Si Dios es rey, debemos darle lo mejor, y ello se ve reflejado en la imagen del Señor de los Milagros, que objetivamente es bella, posee esplendor, vale la pena recordar que la belleza no es subjetiva como en nuestros días proclaman, la objetividad de la belleza es relevante, puesto que nos lleva a Dios, ya que él es la BELLEZA en mayúsculas, esta pintura de Jesús crucificado y a sus pies su  Santísima Madre la Virgen María, cuenta con elementos de oro y plata, como el Espíritu Santo, las coronas, el cartel, entre otros. Al reverso del Señor de los Milagros podemos apreciar la pintura de la Virgen de las Nubes. Si continuamos contemplando la imagen nos daremos cuenta de que el anda también es una obra de arte, pues está hecha de plata, el cual es el resultado de haber fundido los llamados milagros o exvotos.

Cargar esta santa imagen con su respectiva anda no es cosa sencilla, ni mucho menos improvisada, es por ello que se cuenta con la organización de las tradicionales cuadrillas, siendo un total de 20, conformadas por cargadores, sahumadoras y cantoras, quienes se visten con un hábito morado, como corresponde, y también, las mujeres llevan la mantilla; además, realizan cambios cada ciertos metros, en las cuales reciben a la imagen con alfombras y flores, en esos momentos es común escuchar, junto con aplausos, el grito a viva voz de : ¡Viva el Señor de los Milagros! ¡Viva!, además, cuando las cuadrillas acaban el tramo asignado, suelen obsequiar estampas a los fieles.

Para el fiel el ir con paso firme es indispensable, esto debido a que como se conoce es una procesión que congrega a multitudes, de esas pequeñas incomodidades temporales se pueden sacar grandes frutos, ofreciendo y contemplando al amor de los amores, por ello esta situación invita a formar una bella composición de lo que fue la pasión de nuestro Señor, y qué más oportuno que meditarlo junto con cada misterio de dolor del Santo Rosario.

El Señor de los Milagros, gran tradición, motivo de orgullo y de unidad del Perú, es totalmente opuesto a las ideologías que nos infiltran, en él encontramos las virtudes que el mundo quiere que cambiemos por sus tan mentados valores. Nos invita a que estemos arraigados a él y mantengamos la esperanza frente a la adversidad, pues la guerra ya está ganada.

Finalmente, versa el himno «hagamos grande nuestro Perú», para lograr la restauración del orden católico en el Perú, el paso firme importantísimo que hemos de dar es que Cristo sea el verdadero rey de nuestras vidas, de nuestra querida patria y de la Hispanidad.

Mariana de los Ángeles Quispe Verástegui, Margaritas Hispánicas