Crónica de una pastorela poblana

Un momento en la representación de la pastorela en el barrio de la Santísima Trinidad Zenteocalco. San Andrés Cholula

Las Pascuas Navideñas son de las fiestas más queridas de la Cristiandad por la gran alegría que nos da el saber que Nuestro Salvador de hizo pequeño para hacernos gran­des. Particularmente nos alegra saber que el Rey de cielos y tierra se hizo pobre para darnos el tesoro más grande: la paz. No quisiera dejar pasar el recuerdo de estas fiestas sin compartir con ustedes, queridos correligionarios, un evento que ha marcado una pauta para la ciu­dad de Cholula, Méjico, en la que estamos abriendo un Círculo Tradicionalista.

Las pastorelas siguen teniendo ecos muy importantes en la vida de los barrios de esta ciudad que, organizados como gremios a la antigua usanza, se siguen realizando de manera «artesanal» entre los miembros de las familias para montarlas cada Navidad.

Fue en el barrio de la Santísima Trinidad –Zenteocalco– donde la familia Cuautli (nótese la musicalidad en mezclar nombres cristianos con vocablos nahuas) apadrinó la fiesta de Navidad y montó la pastorela que tuve el privilegio de escribir, dirigir y ofrecer para la causa de Cristo Rey.

La trama se desvió un poco de la tradicional (mea culpa). Ambientada en el siglo XVI, en vez de que los personajes fueran pastorcitos, los personajes fueron indios recién conversos a la fe católica que tenían que recibir a los Santos Peregrinos en su parroquia ayudados por soldados cristianos, dado que el demonio y sus secuaces no querían que en Niño Dios naciera en esta ciudad. Con una duración de 30 minutos, en el escenario se vieron caciques, brujas, soldados, neófitos y capitanes con espíritu de cruzados usando del escenario como púlpito y los diálogos como catecismo para que los espectadores, vecinos y familiares, fueran quitándose de la mente y del corazón lo que la leyenda negra ha herido sus conciencias. Hubo momentos muy especiales durante la obra, por e­jemplo, una escena donde un capitán da a un cacique un rosario y una bandera «con la Santa Cruz de San Andrés» [sic]; otra escena donde todos los neófitos se disponen a pelear juntos al grito de «¡Por Dios y por el Rey! ¡Viva Dios! ¡Viva el Rey!» y por supuesto al grito del «Señor Santiago».

Al terminar la obra se hizo «la acostadita» del Niño Dios, se partieron las piñatas y se pasó al «merecimiento» del tradicional mole de la región. (Prometo a los lectores una reseña sobre las tradiciones de esta ciudad). Los comentarios al respecto de la puesta en escena fueron muy favorables mencionando la diferencia entre las pastorelas que se montan cada año, agradecieron también la explicación que se dio sobre cómo fueron convertidos los indios de la Nueva España y el por qué el santo Rosario y la bandera de la «santa Cruz de San Andrés» [sic] son signos muy importantes de la lucha contra el enemigo.

Dice el Santo Evangelio que «hay que ser astutos como la serpiente y mansos co­mo la paloma» (Mt X. 16) y dado que el conservadurismo, el modernismo y la democra­cia cristiana están como axiomas inamovibles del modus vivendi, iremos dando a los cholultecas pequeñas dosis de verdadera tradición, verdadera política y verdadera fe católica.

Ángel Reyes Rosas