El retorno de los gnósticos

El periodista Louis Pauwels (1920-1997). En 1948 se unió durante un año y pico a los «grupos de trabajo» del gurú ruso-armenio G. I. Gurdjieff (teósofo con el que también había colaborado hasta 1931 A. R. Orage como monitor de sus grupos estadounidenses tras dimitir como editor de «The New Age» en 1922). De este personaje y su secta se ocuparía después en su obra «Monsieur Gurdjieff. Documents, témoignages, textes et commentaires sur une société initiatique contemporaine» (1954). Junto con el judío ruso-ucraniano Yakov Mikhailovich Berger (más conocido por su nombre francés Jacques Bergier) escribió el superventas «Le Matin des magiciens» en 1960 (traducido al castellano como «El retorno de los brujos» y «L´Homme éternel» en 1970 (vertido al castellano con el encabezamiento de «La rebelión de los brujos»). También crearon y dirigieron la revista «Planéte» (1961-1971). En su obra «La liberté guide mes pas: chroniques, 1981-1983 (1984)», Pauwels recopila sus artículos de tendencia conservadora favorables a las políticas de Reagan y Thatcher. Parece ser que en sus últimos años fue abandonando el esoterismo y volviendo a la Fe católica de su infancia.

Tras la masiva destrucción del entramado sociocorporativo de la milenaria Monarquía española a manos del nuevo modelo liberal narvaísta-isabelino cifrado en un Poder Estatal ejercido sobre los solos individuos, la llamada «Revolución Gloriosa» levantó el veto a la formación de nuevas «personas morales», pero de acuerdo con el asociacionismo liberal, que no reconoce ninguna realidad social no proveniente del mismo Estado «todopoderoso».

La Jerarquía se adaptó a este sistema, y adoptó como táctica la divisa de «la Iglesia en el derecho común», generando durante el período alfonsino una enorme red de asociaciones de apostolado clerical y seglar que acabarían recibiendo el nombre genérico de Acción Católica, obteniendo su organización definitiva a fines de 1926 con la constitución de una Junta Central unificadora.

La finalidad esencial de todo ese conglomerado, que se presentaba como «apolítico» o «políticamente neutral», consistía –aparte de intentar atraer a los carlistas al «reconocementerismo»– en proteger los derechos de la Religión y la Iglesia, pero haciéndolo en un marco de nuevo «derecho» en donde también la soberanía estatal permitía la libre creación de cualesquiera otras agrupaciones de corte gnosticista y moralista, que venían a «competir» en la arena española por las mismas almas.

La Edad Moderna no sólo trajo a Europa una heterodoxia racionalista-empirista, sino que vino acompañada también de un ala misticista, que no es contraria a la anterior, sino que representa su complemento o «hermano mellizo», y que se irá expandiendo desde el Renacimiento italiano, pasando por el Romanticismo alemán, hasta llegar al Modernismo cultural anglosajón o británico-estadounidense de fines del XIX y principios del XX, siendo este último el que provoca que esa corriente «espiritualista» ya no sea marginal en el panorama peninsular y comience a extenderse en él.

Este iluminismo y su moralismo predominan en un principio en ámbitos izquierdistas, sobre todo anarquistas (los Ferrer Guardia, Ascaso, Durruti, Carrocera, Mateo Morral, eran todos ellos vegetarianos). Pero estas ideas se van a ir haciendo «respetables» en todas las capas sociales –el versátil Valle-Inclán las tratará con fervor en su ensayo La lámpara maravillosa. Ejercicios espirituales (1916)–, hasta alcanzar una gran difusión, al amparo de aquella multitud de asociaciones de que hablábamos, en la Dictadura de Primo de Rivera (en la que se celebró el III Congreso Internacional de Sociedades Protectoras de Animales y Plantas y de Antivivisección en 1927, bajo el «Alto Patronato» de Alfonso y su esposa Victoria Battenberg), y en la II República (en la que se organizaría el XII Congreso de la Federación Europea de Sociedades Teosóficas Nacionales en 1934). Hubo una reacción de la Jerarquía: aparte de alguna que otra Pastoral, como la escrita contra las sociedades teosóficas por el Obispo de Almería Fr. B. Martínez Noval (30/11/28), cabe destacar la Admonición Pastoral sobre el Rotarismo, Lyceum, Ligas de Bondad e instituciones análogas de carácter neutro, dada por el Primado Cardenal Segura en nombre de los Metropolitanos (23/01/29). En la bibliografía de la época podemos encontrar denuncias de estos incipientes peligros para la Fe en títulos como El Teosofismo (1932) de Dionisio Domínguez S. J., Los errores de hoy (1935) de D. Francisco Romero López, o en los volúmenes de la Biblioteca de Las Sectas (1932-36) del P. Juan Tusquets.

Uno de los más grandes especialistas apologistas contra toda esta rama revolucionaria fue el legitimista Manuel de Santa Cruz, quien desde fines de los cincuenta hasta su muerte, durante sesenta años, estuvo recopilando y desvelando datos sobre ella en sus diversas y variadas formas, al tiempo que avisaba –aún a tiempo– de su enorme amenaza para la salud espiritual de las familias españolas a la vista de su continuada divulgación y desarrollo durante toda la Dictadura franquista.

En un artículo publicado en Cruzado Español en su nº de 15/03/64 hacía una clasificación de todas sus (accidentales) variantes. En un primer grupo, «con predominio filosófico», metía a los vegetarianos, los naturistas (en que se incluyen asociaciones antivacunas, nudistas, ligas antialcohólicas, y el scoutismo), los protectores de animales y plantas, los pacifistas y esperantistas. En un segundo grupo, de «predominio religioso», insertaba a los adventistas, hinduistas, teósofos, espiritistas, y masones. Si exceptuamos a los esperantistas, que ya han pasado de moda, hoy en día estamos acostumbrados al lenguaje ideológico y moralista de cualquiera de estas «familias».

El pensamiento gnóstico –magistralmente resumido por R. Gambra en una conferencia de 22/12/95 como un conocimiento racional revelado a, y transmitido por, los hombres desde antiguo, y del cual serían muestras simbólicas tanto las falsas «religiones» como la única verdadera– no sólo se esparció en el campo izquierdista a través del democristianismo progresista (consumado en el sillonismo y el teilhardismo), sino también en los ambientes revolucionarios derechistas o conservadores a través de los movimientos nacionalistas de entreguerras (principalmente el nazismo), propagándose por medio de figuras como R. Guénon, J. Evola o M. Eliade, hasta confluir en los ´70 en el think tank GRECE y la Nueva Derecha de Alain de Benoist y L. Pauwels (paladines de la Administración Reagan en los ´80), y en la Alt-Right de nuestros días (defensora de Trump, y de Putin en Rusia, país prolífico en gnósticos desde H. Blavatsky hasta A. Duguin).

Félix M.ª Martín Antoniano