Historias puñeteras: de jueces y letrados (II)

Detalle de la portada de otra edición de «Historias Puñeteras»

No sé quién está detrás de la gestión humana y material de la Justicia en España, pero es un auténtico genio. No sé si es por la carga de trabajo absolutamente sobrehumana o los salarios ridículos (¿qué egresado en Derecho, con dos dedos de frente y sin vocación al martirio preferiría ser Letrado de la Administración de Justicia a socio de Cuatrecasas?). No sé si es la polarización política que, con sibilina maldad se ha colado también en la Magistratura, merced a esa obra decididamente diabólica que son las apolíticas y a-ideológicas asociaciones profesionales (la del Opus Dei, la de Carmena, la de los independientes, que eso también es toda una ideología…). O el miedo a que el sambenito de fachas con el que carga el Ejército desde… Bueno, desde que hay Ejército, les acabe cayendo también a ellos. El caso es que, sin policía secreta, sin juramentos de fidelidad al Partido, sin Ministerio de la Verdad y sin comisarios políticos, el grueso del personal profesa una lacayuna e injustificada lealtad al sistema y al Gobierno que, vista la altura intelectual y moral de bastantes de ellos, debe de provocarles úlceras dolorosísimas. Estomacales y cerebrales, que son las peores.

Yo comprendo el reproche que me harán: es muy fácil criticar desde fuera y una cosa es, y muy fácil, decir que la Ley Trans es un disparate y que la reforma del Código Penal va a poner a muchos sinvergüenzas en la calle porque los socialistas no saben legislar; y otra muy distinta y nada fácil montar una rebelión de togas, porque todo lo laxa que es la jurisdicción penal con sediciosos, golpistas y asesinos en serie (sediciosos y golpistas los más de ellos, también), es severo e inflexible el CGPJ con el togado que dice una palabra más alta que otra.

Y a lo mejor tampoco es sólo una cuestión de falta de oportunidad y/o de coraje y también es falta de medios. Los militares tienen tanques y esas cosas pero nuestros jueces no tienen ni siquiera mazos. Aunque eso sorprenda a quienes tengan una cultura jurídica aquilatada sólo en el cine yanqui. Y aunque eso apene a quienes, como yo, consideran que una cierta puesta en escena con una mínima dosis de teatralidad sería de rigor. Aunque sólo sea para darle relieve al hecho, paradójico donde los haya, de que en una sociedad en la que está constitucionalmente consagrada la igualdad ante la Ley, haya señores que la administren y señores que la acaten. Y esto no es una invectiva anarquizante contra la Judicatura profesional; es el comienzo de una filípica contra la democracia.

La falta de medios materiales es, triste y efectivamente, causa del fracaso de muchos justos y legítimos impulsos justicieros. Como el del pobre arqueólogo y conservador Marcus Brody, secuestrado por un siniestro comando de nazis con aficiones esotéricas en la muy divertida Indiana Jones y la Última Cruzada. Bajo el tórrido sol del desierto de la mítica Iskenderún, rumbo a las escondidas ruinas donde se oculta, quizás, el Santo Grial (ficción era y ficción es: me parecería increíble que los nazis, que eran tan cultos como malvados, no supiesen que está en Valencia), sudando, pero impecablemente bien ataviado con traje y corbata, uno de sus secuestradores le tiende una cantimplora:

« –¿Quiere agua, Marcus? 

–¡Preferiría escupirle a la cara! Pero como no tengo con qué…»

Hoy me siento generoso. A lo mejor es algo parecido lo que les pasa a los Jueces españoles:

« –¿Quiere administrar justicia con este flamante Código Penal feminista, señoría? 

–¡Preferiría darle un martillazo en la cabeza! Pero como no tengo con qué…»

P.S. Al cierre de la edición (es decir, cinco minutos antes de enviar el artículo a la redacción) he sabido que los Letrados de la Administración de Justicia están, de hecho, dando martillazos en la mesa del Gobierno (al menos, morales) desde hace un par de semanas e indefinidamente. No lo sabía. Seguro que Vds. tampoco. La circunstancia no enerva por completo mis pretensiones, pero exigirá continuar este relato más adelante…

G. García Vao