Del templo de San Francisco y los atropellos liberales (I)

ENTRE LOS SIGLOS XVI Y XVIII, EL TEMPLO FRANCISCANO FLORECIÓ

Templo de San Francisco en Ciudad de Méjico

CIUDAD DE MÉJICO. – El 500mo aniversario de la llegada de la Orden Franciscana a la Nueva España nos brinda una oportunidad para refle­xionar sobre los males del liberalismo a partir del recuento de los atropellos perpetrados por las hordas liberales para con el templo y convento de San Francisco el Grande en la Ciudad de Méjico. Igitur ex fructibus eorum cog­noscetis eos (Mt. 7: 20).

Antes de la llegada en 1524 de los «doce apóstoles» franciscanos, el fla­menco fray Pedro de Gante arriba al puerto de Veracruz el 13 de agosto de 1523, acompañado de dos frailes, Juan de Ayora y Juan de Tecto, que mue­ren al poco tiempo.

El convento se estableció en la calle de Tacuba por cerca de un año, mudándose luego al linde occidental de la ciudad, limitado por la calle del Colegio de San Juan de Letrán. Se asentó en un solar cedido por Rodrigo de Paz con la condición de ser sepultado «en el monasterio de San Francisco […] delante del altar de los dos que están fuera de la capilla como van a en­trar en la capilla a mano derecha». Este segundo convento sería conocido entonces como «San Francisco el nuevo».

La razón de la mudanza del convento fue para facilitar la evangeliza­ción. A propósito de esto, el dicho fray Pedro, erige dentro del complejo conventual la capilla de San José de los Naturales y su escuela con interna­do, para los hijos de los más principales indígenas. En 1531 tenía más de 600 estudiantes.

Además del convento, la capilla de San José, la primitiva iglesia de San Francisco, y la escuela, el conjunto contaba con un huerto y un espacioso atrio, donde se alzaba una gran cruz visible a la distancia.

El conjunto conventual pasó por múltiples modificaciones, adiciones y reconstrucciones. La primitiva capilla se derrumbó en 1527, siendo cons­truida la primera iglesia en forma en 1529. Se le añadió noviciado y enfer­mería (estos dos financiados por el señor Arzobispo fray Juan de Zumárra­ga), biblioteca, estudiantado y oficinas para el P. Provincial y para el Comi­sario General. La iglesia se reconstruyó a finales del siglo XVI. En el siglo que le siguió, se expandieron los dormitorios, la sala de estudios y la biblio­teca, y se le añadió un refectorio con capacidad para 500 frailes.

Al complejo se le añadió la capilla de la Tercera Orden (1624), una ca­pilla para la Segunda Estación del Viacrucis, la de San José de los Españo­les (1657, después rededicada al Señor de Burgos), y la de nuestra Señora de Aránzazu (1688).

En 1716 se reconstruyó la iglesia por segunda vez, y se expandió con un nuevo claustro (1702), y las capillas de nuestra Señora de Valvanera (1791, hoy de Guadalupe), de San Diego de Alcalá (1741, después rededicada a San Antonio de Padua), y la de la Orden de los Siervos de María (principios del siglo XIX).

Así llegó el complejo conventual al siglo XIX, ocupando una superficie de aproximadamente 32.000 metros cuadrados.

Turbulentos e infaustos fueron los años del siglo XIX. En 1808 tuvo lu­gar una revuelta contra el virrey Iturrigaray, y en 1810, Hidalgo y sus sica­rios inician una rebelión, continuada, entre otros, por Morelos, Mina y Mier. Ésta concluye militarmente con la firma del «acta de independencia del Ymperio Mexicano» [sic.] por Iturbide en 1821. Se sucedieron después luchas intestinas entre los caudillos revolucionarios, la proclamación de la república, la secesión de Tejas, la invasión yanqui, y más conflictos entre li­berales y conservadores por el poder.

En 1826, el blasón real fue eliminado de la fachada norte del templo, es decir de la capilla de Valvanera.

A causa de los daños al pavimento y a algunos altares provocados por las inundaciones, el templo fue renovado en 1834 y vuelto a consagrar en 1835. Este acto fue llevado a cabo por el dieguino José María de Jesús Be­launzarán, nombrado Obispo por S. S. Gregorio IX en 1831, siendo de los primeros obispos nombrados por la Santa Sede tras los conflictos indepen­dentistas.

(Continuará)

D. Casillas. Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta.

 

 

 

Deje el primer comentario

Dejar una respuesta