Las celebraciones de la Revolución en Méjico (I)

SE PUEDE DECIR QUE EL GRITO DE DOLORES GIRA EN TORNO A TRES ACCIONES NEFASTAS: EL ENGAÑO POLÍTICO, LA FALTA A LA PIEDAD FILIAL Y EL SACRILEGIO

Virgen de los Dolores

El propósito del siguiente artículo es poder exhortar a los católicos me­jicanos leales a la Verdad, a no dejarse seducir por las masas revoluciona­rias y sus celebraciones, entender el significado nefasto de las mismas y ani­marlos a proceder con un espíritu reparador ante la usurpación revolucio­naria de la sociedad sacramental de la cristiandad hispánica en Méjico.  

En este primer artículo nos ha tocado analizar y entender la «celebra­ción» del Grito de Dolores, que procede entre la noche del día 15 de sep­tiembre y la madrugada del 16, conmemorando la llamada independencia de Méjico, o propiamente la secesión de Nueva España. De la cual los go­bernantes ilegítimos de izquierdas o derechas hacen gala cada año para ce­lebrar el grito de la revolución que rompió con la cristiandad en estas tier­ras novohispanas.  

Mediante ese grito se inició el sangriento enfrentamiento entre cristia­nos en la Nueva España, unos que decidían dar la espalda a la tradición pa­ra dar lugar a la modernidad y otros que buscaban resistir a la revolución defendiendo el orden tradicional (1810-1821). Lamentablemente en esa lucha el triunfo del engaño y la utilidad de unos y otros dio la victoria a li­berales y conservadores en la revolución secesionista  consumada en 1821 por Agustín de Iturbide.

Primero, cabe exponer ¿Qué fue el Grito de Dolores? El Grito de Dolo­res es considerado el acto que dio inicio a la guerra de revolución de inde­pendencia en Nueva España. Según los cronistas de la época, fue el cura Miguel Hidalgo, en la madrugada del 16 de septiembre de 1810, quien al re­doblar las campanas captó la atención del poblado de Dolores (que se en­contraba celebrando a la Virgen de los Dolores) y los motivó a dar inicio a la revolución secesionista bajo el estandarte de la Virgen de Guadalupe. Por su parte, Lucas Alamán mencionaba que las palabras dichas por Hidalgo en el grito fueron las siguientes: ¡Viva la religión!, ¡viva nuestra madre Santísi­ma de Guadalupe!, ¡viva Fernando VII!, ¡viva la América y muera el mal go­bierno! Y ante estos hechos, Hidalgo y los suyos se dirigieron a la cárcel del poblado para liberar a los reos y dar paso al libertinaje, el asesinato y el sa­queo, cosa común bajo la inspiración infernal de la revolución.

En 1813 el cura revolucionario José María Morelos, en su documento Sentimientos de la Nación, propuso la continuidad y celebración del grito cada 16 de septiembre para rendir honores al ultraje causado por Hidalgo años antes, podemos decir que aquí está el comienzo del famoso «Grito».

Como notas históricas se podría seguir con el listado de personajes que buscaron replicar y conmemorar el Grito de Dolores del 16 de septiembre de 1810, desde 1813 hasta hoy día, pero por ahora dicha información no tie­ne lugar.  

En esta breve mención explicamos históricamente lo que fue el Grito de Dolores y como un revolucionario de la talla de Morelos le dio segui­miento a la conmemoración, ahora toca decir la gravedad de un acto como el de Hidalgo en Dolores y más aún la preocupación de que los católicos mejicanos hoy día celebren con gran gloria el levantamiento en Dolores.

Se puede decir que el Grito de Dolores gira en torno a tres acciones nefastas: el engaño político, la falta a la piedad filial y el sacrilegio.

El primero, el engaño político, el propio Miguel Hidalgo, al dar el Grito de Dolores refirió una serie de vivas a Fernando VII y muertes al mal go­bierno. Se podría decir con esto que Hidalgo era leal al Rey; sin embargo, esto no es verdad, y esta acción es conocida como «la máscara de Fernando VII», en dónde se utilizaba el nombre del Rey para hacer creer a la gente que se defendía al gobernante legítimo, pero en la práctica se llevaba a la revolución contra el propio monarca.

Como segundo mal queda la falta a la piedad filial, es bien sabido que dentro de las fuerzas de Hidalgo se fomentó el odio a los españoles penin­sulares y ese acto sería una afrenta contra la propia cuna. Fomentar el odio entre hispanos cristianos es no tener memoria de aquellos que nos legaron la Santa Religión Católica, nos libertaron de los sacrificios humanos y nos legaron el gobierno del justo Rey. Pues en aquellos días no se era español, mejicano, argentino o colombiano; se era católico y vasallo del Rey, la unidad católica imperaba.  

Por último, el carácter sacrílego de su grito y levantamiento el 16 de septiembre de 1810. Hidalgo utilizó como estandarte de su revolución la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, haciendo creer a los naturales cristianos que se luchaba por la Santísima Virgen del Tepeyac, y es que tomar la imagen bendita de la Madre de Dios para iniciar una revolución es algo que de solo pensarlo causa espanto y horror. No solo fue la utilidad la imagen de la Virgen del Tepeyac lo que causa escándalo en el sacrilegio del cura Hidalgo, sino también el aprovechar la fiesta patronal de Nuestra Señora de los Dolores para incitar la euforia revolucionaria que el propio Hidalgo bautizaba de «católica».

Después de exponer los males del Grito de Dolores no queda otra cosa que evitar la celebración de ese acto revolucionario entre los católicos meji­canos, superar los respetos humanos y mantenerse leales a la Santa Tradi­ción. En vez de dar gritos y aplausos por el inicio de la revolución que rom­pió con la cristiandad en Méjico y toda la Nueva España, preferible y nece­sario acompañar a la Santísima Virgen de los Dolores el día 15 de septiem­bre mediante la asistencia a la Santa Misa y el rezo del Santo Rosario bajo un actitud de luto por los siete  dolores de Nuestra Señora y los ultrajes cau­sados por la revolución secesionista hace 200 años.

Sirvan esta letras para motivar a la oración reparadora al Inmaculado Corazón de María y a la actitud contrarrevolucionaria para defender a la Santa Causa de la Tradición en toda la Nueva España.

Alexander G. Becker, Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta. 

 

 

 

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