El origen judío del Islam

EL LECTOR COMPRENDERÁ LO ADECUADO QUE ES HABLAR MÁS BIEN DE UNA TRADICIÓN «JUDEOISLÁMICA» FRENTE A LA QUE DEBE SITUARSE TODO CRISTIANO CONSCIENTE DE SERLO

Voceros, tertulianos y propagandistas del espectro político conservador tratan de defender estos días por intereses políticos una supuesta oposición entre judaísmo e islamismo para, apelando a una interesada tradición «judeocristiana», recabar el apoyo de los cristianos occidentales al etnocrático estado de «Israel» (recordemos que desde la Ley fundamental del estado-nación de 2018, «Israel» es oficialmente el «estado-nación del pueblo judío»), a menudo, por cierto, silenciando deliberadamente el mayoritario apoyo de los cristianos orientales a la causa palestina (como lo demuestra la escasa difusión que han tenido las sucesivas condenas a «Israel» del Patriarcado Latino de Jerusalén o el Patriarcado de Antioquía de los Maronitas, por poner dos ejemplos).

Conviene, por tanto, rescatar de la hemeroteca de la revista VERBO este interesante artículo monográfico de Julio Garrido titulado «El Islam, ¿empresa judía? La crítica histórica y los orígenes de la religión musulmana» (1973). El lector comprenderá lo adecuado que es hablar más bien de una tradición «judeoislámica» frente a la que debe situarse todo cristiano consciente de serlo y especialmente los cristianos palestinos.

Julio Garrido Mareca (1911-1982), físico y químico de reconocido prestigio, especialmente en el ámbito de la cristalografía, académico de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales e investigador internacional de la UNESCO, fue también un experto islamólogo y estudioso del cristianismo copto, ámbitos en que destacó como investigador con ocasión de sus destinos académicos en el mundo árabe.

En el artículo adjunto más arriba, Julio Garrido aborda los orígenes de la «religión mahometana», «subproducto del judaísmo», de la mano del dominico francés P. Gabriel Théry, uno de los islamólogos más eminentes de los últimos tiempos.

Su obra sobre la materia es de obligada referencia y su conclusión es clara: «La tesis del P. Théry nos demuestra que el gran enemigo del Cristianismo que es el mahometismo, también tiene un origen judío», y refrenda la consecuencia a la que llegó el P. Julio Meinvielle en este tema: «Después que Cristo fue levantado en alto sobre el monte Calvario, el mundo ha quedado entregado a dos fuerzas verdaderamente opuestas: la judía y la cristiana».

«El Islam —comenta Julio Garrido—, a pesar de ser un subproducto del judaísmo, no parece a primera vista entrar en el esquema del P. Menvielle por su oposición actual a Israel, pero es también una constante de la historia que los enemigos del cristianismo se oponen con frecuencia unos a otros, sobre todo cuando el cristianismo no constituye peligro para ellos. Por ahora, los pueblos cristianos, atacados de parálisis y de falta de iniciativa y distraídos por sus preocupaciones materialistas, son incapaces de mantener ideas claras y reaccionar frente a los enemigos de su religión. Por esto, para terminar esta exposición, creemos útil decir algunas palabras sobre un punto que nos parece de fundamental importancia: el despertar de la conciencia cristiana con respecto al Islam y al judaísmo».

No nos resistimos en este punto a extractar enteros estos párrafos de conclusión del colaborador de VERBO sobre el despertar de la conciencia cristiana sobre el judaísmo y el mahometismo, a propósito precisamente del conflicto árabe-israelí:

«Los cristianos juegan únicamente el papel de espectadores o ayudan más o menos disimuladamente a uno u otro de los dos bandos inspirándose únicamente en motivos políticos; pero parecen no darse cuenta del escándalo que constituye el que los Santos Lugares permanezcan en manos de los infieles, limitándose, muy tímidamente por cierto, a indicar que algunos de los Lugares Sagrados deberían gozar de un régimen internacional que garantizase la libertad de las tres religiones monoteístas, o sea que nos contentamos con tener los mismos derechos que el mahometismo y el judaísmo.

»Los cristianos con estos principios que circulan ahora de “estar a la escucha del mundo” adoptan actitudes pasivas dejando la iniciativa a los judíos que querrían dominar el mundo con sus poderosos medios financieros y su inteligencia privilegiada y a los musulmanes que, conscientes de la fuerza que emana de una fe común, querrían reconstruir una poderosa federación islámica con tendencias proselitistas y conquistadoras».

Pero el análisis de Garrido alcanza también a la doctrina de la libertad religiosa asumida con ocasión del Concilio Vaticano II, que constituye el núcleo del problema de la paz entendida como ordenada concordia según justicia y caridad: «Estas doctrinas nuevas postconciliares rompen con todos los principios hasta ahora admitidos y, como dice el R. P. G. de Nantes, “en el fondo hacen abstracción y silencian el hecho fundamental de la historia humana: LA CRUZ DE CRISTO y borran la línea divisoria entre el Antiguo y el Nuevo Testamento e inaugurarán una era nueva, una era mesiánica definitiva en la que los cristianos, silenciando el ACONTECIMIENTO esencial de Cristo, se reintegrarán a un Judaísmo universal. Y el Islam y el Marxismo” (que son sucedáneos del judaísmo, uno conservando el monoteísmo antitrinitario de Israel y el otro el mesianismo sociomórfico, carnal y sectario en el que el Partido es el nuevo Pueblo mesiánico) “se reintegrarán a este judaísmo universal y que condenará de nuevo a Cristo por creerse igual que Dios, y entonces la Iglesia se dará cuenta que buscar la unidad de los hombres fuera de Cristo es una apostasía».

Manuel Sanjuán, Círculo Cultural Juan Vázquez de Mella

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