Juventud, empleo y futuro de España: breves consideraciones 

LO CIERTO ES QUE NOS GOBIERNAN DESDE EL EXTRANJERO DESDE HACE BASTANTES DÉCADAS

EUROPA PRESS

En las últimas semanas, hemos tenido acceso a diversas encuestas y estudios que perfilan la situación laboral de la juventud española. Varias son las cifras que llaman la atención. 

En primer lugar, que el salario medio de un trabajador con edad comprendida entre los 18 y los 34 años fue de algo más de trece mil euros anuales, y el 82% de los pertenecientes a esta franja de edad percibe ingresos por debajo del salario mínimo, frente al 52% a principios del siglo. 

En segundo lugar, se reconoce que cada una de las crisis padecidas desde 2008 ha dejado un llamado «efecto cicatriz», esto es, un salto cualitativo en la precariedad laboral que nunca ha llegado a ser revertido antes de la siguiente crisis. 

De estas breves cifras podemos sacar varias conclusiones preliminares: la primera de ellas, es la ineficacia de las políticas de salario mínimo. Si la mayoría de los jóvenes cobra por debajo de este umbral, la conclusión es que el trabajo a tiempo parcial o temporal está plenamente implantado en este segmento de edad. Las empresas están contratando como y cuando necesitan, no como y cuando les impone la ley: no existe una necesidad continuada de producción, de modo que no son necesarios los contratos a tiempo completo; asimismo, la elevada temporalidad de nuestra estructura económica condiciona que una elevada masa de la población deba vivir todo el año con aquello que ha conseguido ganar en unos pocos meses. 

La segunda conclusión es el grave desajuste que existe entre la formación de la población joven y las necesidades de mano de obra. El 37% de los licenciados ocupa puestos infra-cualificados, haciendo estéril el gasto educativo invertido por el Estado en su formación universitaria. Un gasto que se extiende a una educación obligatoria hasta los dieciséis años, que poco o nada aporta a muchos alumnos sin aliciente alguno para estudiar, y que solamente sirve para maquillar las estadísticas.  

Todo esto que vivimos, es la anticipación de la miseria en la que se va a ver hundida un país que vive, todavía, de las rentas del pasado (fundamentalmente del patrimonio de la generación anterior). Pienso que es difícil ver a una economía degradarse tanto a tanta velocidad. Hoy, liberales de izquierda y de derecha se escandalizan de que ese subproducto jacobino al que llaman «España» se gobierne desde el extranjero; pero lo cierto es que nos gobiernan desde el extranjero, y no sólo coyunturalmente, desde hace bastantes décadas. Al mismo tiempo, el rey de Marruecos ejerce más como monarca sobre España que el «titular de la corona» patria. 

Sea como sea, alguien, también de fuera, decidió que quería una España miserable. Marcó una hoja de ruta, y se está siguiendo al milímetro. Entre otros, había que aniquilar el campo, en uno de los países de la llamada «Europa» con mayor superficie cultivable; teniendo la densidad de población más baja de las grandes naciones europeas, la población debía hacinarse en las anémicas ciudades; se debía desmantelar la industria de bienes básicos para sustituirla por un régimen de servicios superfluos de bajo perfil. 

Por supuesto, para conseguir esto, era necesaria una democracia liberal donde separatistas y social-comunistas camparan a sus anchas. Y, cómo no, no se conformaron con una Iglesia jerárquica y sociológica desactivada por el opio de la asignación económica pública; la diseñaron vergonzosamente servil al régimen establecido. Para que ningún cabo quedara suelto. 

Y es que, si en algo no nos ganan, es en sumisión a los poderes fácticos, sobre todo si son extranjeros. 

Gonzalo J. Cabrera, Círculo Cultural Alberto Ruiz de Galarreta (Valencia). 

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