Linchamiento mediático contra un párroco de la Diócesis de León (España) por no permitir que un funeral se convierta en un acto de homenaje protestante

son momentos muy aciagos para el clero, tan derrumbado, mientras recibe la cosecha de tantas décadas de confusión

Concentración de los vecinos frente a la Iglesia, en señal de protesta. Foto: ICAL

En la parroquia de La Magdalena, lugar de Soto y Amío en el Reino de León, el pasado día 6 de diciembre se celebró la misa de funeral por un joven de 24 años fallecido en accidente de tráfico. Durante el mismo y antes de partir para inhumar el cadáver, la madre y la novia del chico quisieron dedicarle unas palabras de despedida, a lo que el párroco se opuso calificándolo de moda «protestante» y completamente inapropiada en el lugar y para los fines del ritual que se celebraba.

Es cierto que en el ritual de exequias se contempla poder decir algo en el momento en que el cuerpo tome tierra. Pero más allá de ello, es bochornoso contemplar el linchamiento mediático y a través de redes sociales que está recibiendo el sacerdote por adoptar una actitud correcta y necesaria: no desvirtuar más las ceremonias y ritos de la Iglesia Latina que quedaron tan tocados tras la revolución postconciliar; mantener que los fines de la misma es pedir por el alma del difunto y que lo venidero es aquello que se espera después de la resurrección de la carne, ya que no está aquí, en esta vida y en esta tierra lo que esperamos.

En medio del berrinche de vecinos y políticos, con la alcaldesa socialista Ana Arias a la cabeza —clara intromisión de la autoridad municipal en una esfera, la religiosa, que no es de su competencia— vemos cómo reducen la celebración a un momento emotivo, sensiblero y de homenaje. Se ha llegado, incluso, a la ridícula petición de firmas a través de la plataforma change.org.

Gracias a Dios, el obispo de León, el claretiano Luis Ángel de las Heras, sigue apoyando al párroco en su decisión. Y es que son momentos muy aciagos para el clero, tan derrumbado, mientras recibe la cosecha de tantas décadas de confusión, de transigir con la herejía, de corrupción litúrgica y cuando la sociedad anticlerical, producto de terribles decisiones clericales, zarandea y denigra a los pocos sacerdotes que hoy van quedando.

Agencia FARO, G. Miranda

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