Tractoradas para la defensa del campo

la clave: la capacidad de organizarse fuera de las redes sociales públicas, en grupos de confianza y sin previa publicidad

La tractorada en Valladolid

Los agricultores y ganaderos de la Península Ibérica (España y también Portugal) se han unido a las protestas de muchos millares de sus colegas de comarcas de allende los Pirineos, —por todo el continente europeo— y han sacado sus tractores y vehículos pesados a las autovías y puntos de comunicación estratégicos. Oficialmente se habla de protestas, aunque bien podría calificarse de movimiento de legítima defensa para la supervivencia, reclamando una adecuada inserción vía precios justos en la cadena de distribución y el fin de la asfixia económica por implementación de las reglamentaciones que la Agenda 2030 prevé exclusivamente para ellos, pero no para los competidores desleales de países terceros ajenos a la UE, que ni se van a sujetar jamás a esas reglas, ni están pagando aranceles de entrada en el espacio económico europeo con la excusa jurídica de los tratados de cooperación y acuerdos preferenciales etc.

El pasado día 6 desde primera hora de la madrugada columnas de agricultores se lanzaron a las carreteras de todo el país con sus tractores adornados con diversas banderas (regionales, pero sobre todo rojigualdas) y con pancartas en las que se podían leer mensajes educativos de diverso tipo (por ejemplo, sin cebada no hay cerveza). En León, Andalucía (el puerto de Málaga llegó a estar bloqueado), Aragón, Madrid, norte y sur de Castilla, Cataluña se vivió una jornada especial. En Valladolid y Salamanca, por ejemplo, los tractores colapsaron las ciudades. Los infiltrados del Gobierno y sus tentáculos policiales en redes sociales no lo vieron venir. El problema agrario tiene unas raíces muy profundas en España, la situación actual con la UE lo ha complicado todavía más; pero de entrada, los agricultores se le han plantado al Gobierno sin discurso oficial preparado para abrevar a las masas. Los primeros manotazos oficiales consistieron en sacar a la palestra a los sindicalistas profesionales para llamarlos empresarios.

Los cibervoluntarios, predicadores habituales de las ventajas del carril bici, se transformaron en plañideras para lamentar lo incómodo que fue utilizar el coche para ir al golf, a la piscina o a recoger a sus hijos de los colegios concertados y privados en las afueras de las ciudades —los carteles que difundieron a última hora los convocantes avisaban de la necesidad de dejar pasar a las ambulancias y vehículos sanitarios—. Se han producido críticas paradójicas del marxismo posmoderno, basadas en acusar a los agricultores de ser propietarios de sus bienes de producción (no abundaremos en la «opción sectaria» de algunos por el capitalismo internacional, para mantener llenas las estanterías de los supermercados, a la vez que niegan el carácter necesario de la agricultura local). La importancia de la jornada vivida se reflejaba en los titulares de los medios.

El día 7 encontró a la policía y guardia civil algo más organizada en algunos lugares. En otros, los tractores han avanzado imparables, como se ha podido ver por las calles de Barcelona. Actos de boicot se han sucedido en distintos puntos de la red viaria. La clave hasta ahora ha estado en la capacidad de organizarse fuera de las redes sociales públicas, en grupos de confianza y sin previa publicidad ni aviso.

Este movimiento defensivo de los trabajadores del campo encuentra con las simpatías de la mayoría de la población y parece que no ha hecho más que comenzar.

Ana Herrero, Margaritas Hispánicas

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