Cuando hay que decir «No» (II)

Reuters

En el artículo anterior, nos enfocamos prioritariamente en los problemas causados por la exposición de los hijos a los aparatos tecnológicos. Sin embargo, son muchos los adultos que también están afectados por la adicción y los males consecuentes del uso de estos dispositivos.

No pocos son los que no pueden separarse de su teléfono móvil, pendientes del sonido de notificación, como si de ello dependiera algún asunto de máxima importancia. Cautivos de una frenética ansiedad, no reprimen el impulso de mirar a cada rato su aparato, con la esperanza de encontrar respuestas inmediatas a sus mensajes y/o comentarios a sus publicaciones en las redes sociales. Sin profundizar en tema alguno, no pueden dejar a un lado su teléfono móvil, en un desenfreno por ver la última novedad publicada; y así, entre frivolidades varias, desperdician las horas del día y llenan sus vidas de un vacío interior creciente.

Por hablar de un solo aspecto, entre los adultos, hay quienes han perdido la capacidad de diálogo y de escucha, porque han perdido la capacidad de contemplación. Quizá por eso no han podido enseñar a sus hijos – jóvenes y niños– a hacerlo.

Hace algunas décadas, la televisión ocupaba un espacio privilegiado en los hogares, convirtiéndose en el centro de un supuesto momento de recreo familiar. Pero lo que podría haber sido motivo de entretenimiento y posterior diálogo se fue, poco a poco, transformando en motivo de división en la familia, callando a sus miembros, que fueron ocupando sus respectivas habitaciones, en las que cada cual veía el programa de su preferencia. Lo que debía servir para algo de información y diversión se convirtió, en muchos hogares, en un factor de incomunicación y soledad familiar.

Hoy, la televisión tiene que compartir su protagonismo con otros aparatos electrónicos y los peligros que éstos aportan son múltiples y complejos. ¿No será ya la hora de quitarles su puesto de privilegio en nuestras vidas y familias? ¿No será momento de dar mejor uso a los espacios de nuestros hogares? ¿De restaurar el ambiente hogareño para generar sólidos vínculos familiares?

Tal vez sea buena idea quitar los televisores de las habitaciones y ponerlos en un área común. Crear un horario para asistir a algún programa o evento transmitido en la televisión, pero no todos los días. Con respecto a las computadoras, es necesario tenerlas también en un área compartida, donde los papás o hermanos mayores tengan alguna vigilancia sobre el contenido de lo que se busca y lo que se ve.

Como alternativa, se podría preparar un pequeño oratorio en un lugar destacado de la casa, donde toda la familia se reúna para rezar. Congregar a la familia en torno a la mesa, para compartir los alimentos, las preocupaciones y alegrías de cada uno. Darle espacio a la lectura familiar, que proporcione momentos de verdadera complicidad con los héroes de las grandes historias. Y en la misma salita, tal vez, que sea un piano o un teclado, una guitarra o algún instrumento musical, el que reúna a la familia con las canciones de antaño y las canciones de la patria. Esas canciones de tiempos mejores que los nuestros.

Marina Macintyre, Margaritas Hispánicas.