¿Marxismo cultural?

Mayo del 68 en Francia

Uno de los fantasmas más invocados por los chamanes derechistas para garantizarse con el miedo sus votos y respectivos asientos es el denominado «marxismo cultural». Para el conservadurismo, el marxismo sería algo equivalente a un espectro errante que acecha el campo de la cultura para infectar con el veneno soviético los vergeles del saber y el obrar contemporáneos. Nada más alejado de la realidad.

Lo que se denomina marxismo cultural no es otra cosa que las victorias del progresismo. Y éste, se funda en el liberalismo posmoderno, victorioso tras el derrumbe del marxismo ortodoxo, y que acelera el proceso de autodeterminación individual con pasión ahora que se encuentra solo en el campo de combate. El divorcio, la ideología homosexualista, el aborto… nada tienen que ver con el marxismo ortodoxo dado el corte maltusiano de todas estas prácticas (recordemos que para el marxismo el hombre es un animal económico que produce). La castración ideológica sufrida por el marxismo tras la caída de la URSS le empujó en brazos del liberalismo consumista y posmoderno. Cierto es que contribuyó en el surgimiento del progresismo como ideología, pero a costa de sacrificar la ideología marxista en los altares de la autodeterminación liberal.

La invocación del marxismo cultural por parte de la derecha puede ser causada por dos fenómenos: la estulticia o la malicia. La primera debido a que el hecho de señalar al marxismo como culpable de victorias del progresismo denota una ignorancia reseñable sobre la historia reciente del propio sistema materialista, así como una creencia ingenua en las bondades del conservadurismo idealizado como paladín custodio de la Verdad —nada más lejos de la realidad—. La malicia nace de que los logros del progresismo se atribuyen al marxismo cultural para azuzar el miedo en la población, la angustia ante la infección social marxista… y la solución a la misma enlazada con el voto conservador.

El liberalismo es la revolución por antonomasia, aquella que invocó el «non serviam» y lo articuló ideológicamente. Todas las demás revoluciones son hijas de la ramera original, por el orden que deseemos y con los acentos que estimemos. 

Miguel Quesada, Círculo Hispalense