La Revolución mejicana: un paso más hacia la descristianización y la anarquía (I)

Villa y Zapata

El pasado 20 de noviembre, se cumplió un aniversario más del proceso histórico conocido con el nombre de Revolución Mejicana. Más allá de la ima­gen idílica del ranchero montado a caballo con cananas cruzadas y rifle al hom­bro, que se ha impuesto como uno de los símbolos de la mejicanidad; el evento revolucionario; es de un conjunto de traiciones, conjuras y asesinatos que envolvieron al país en constantes baños de sangre y que no tuvieron otro resulta­do que el encumbramiento de élites corruptas y dictatoriales, así como la profundización de la legislación anticristiana plasmada en la Constitución de 1917.

De hecho no es posible hablar de una sola «Revolución Mejicana» sino de varias «revoluciones» pues después de que en 1911 el espiritista y masón Fran­cisco I. Madero lograra el desmantelamiento del régimen autoritario liberal de Porfirio Díaz, el primero fue traicionado por el general Victoriano Huerta quien tuvo que enfrentarse a una serie de levantamientos de los autodenominados «constitucionalistas» siendo derrotado. Al triunfar estos últimos en 1914 sus lí­deres se dividieron en dos bandos, el primero con una ideología liberal y anticle­rical encabezado por Venustiano Carranza y Álvaro Obregón y el segundo, bajo el liderazgo de Emiliano Zapata y Francisco Villa que planteaban en teoría pro­yectos más enfocados a las demandas agrarias y sociales; pero que en muchos casos sólo servían de pretexto para despojos y saqueos de prósperas haciendas y poblados.

Después del triunfo militar de los carrancistas, se dieron las condiciones para la promulgación  de la Constitución Política de 1917, la cual además de for­talecer a las instituciones surgidas del liberalismo y de mantener el laicismo a­gresivo en las escuelas y en el Estado, sembraría las semillas de una intensa per­secución contra los católicos mejicanos al negar la personalidad jurídica de la Iglesia y pretender someterla a las arbitrariedades de las autoridades federales y locales coartando su libertad. De hecho, el propio Venustiano Carranza no se a­trevió a aplicar la legislación anti-católica en todo su rigor; pero él también fue víctima del levantamiento militar de Álvaro Obregón, durante el cual perdió la vida; lo que dejo la vía libre al encumbramiento de la llamada «generación de los sonorenses».

(CONTINUARÁ)

Austreberto Martínez Villegas, Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta.