¿Una Hispanidad sin Cristo?

Cuando entramos a un centro comercial después del «Black Friday», escuchamos villancicos adaptados al rock, vemos ofertas, luces de colores, pavos y regalos, eslóganes sobre la «verdadera magia de la Navidad» y cosas por el estilo. Este es el adviento y la Navidad del consumismo; y tal vez alguien nos diga, para no darle un sentido materialista, que la navidad es «estar reunidos en familia». Pero eso es ver lo superficial y no lo fundamental. Es ver los regalos, la comida y la familia, pero no saber por qué se dan los obsequios, la cena y la reunión familiar; pues sin Cristo, la Navidad pierde totalmente su significado.

Esta navidad marketeada y el Papá Noel de Coca Cola son unos impostores. Y algo similar podríamos decir de cierta Hispanidad romantizada. Deslumbrados por la magnificencia de las Españas y dándose cuenta de que fue una potencia mundial, algunos toman el aspa de Borgoña y quieren luchar para restaurar la gloria del Imperio. Hasta allí todo bien. El problema es que apenas ven elementos superficiales y no lo fundamental de la Hispanidad. Pretenden juntar los países que fueron España para crear una especie de «Estados Unidos Hispánicos» o UE bajo el gobierno de Felipe Juan Pablo, una gran nación territorialmente española de cuño liberal. De esta manera pretenden volver a ser una potencia mundial.

Solo que no fue por esta falsa Hispanidad por la que lucharon ni los Reyes Católicos, ni Felipe II, ni el Duque de Alba, ni Don Juan de Austria; porque ésta es una Hispanidad concebida sin su esencia: la cristiandad y la fe. Por ellas lucharon los reinos peninsulares contra la invasión musulmana y por ellas siguió luchando la Monarquía Hispánica.

Elías de Tejada definía a la Hispanidad como «Cristiandad Menor», pues España seguía conservando el Reinado Social de Cristo, mientras éste agonizaba y moría en el resto de Europa. Así, la batalla que dio España fue contra los enemigos de la Cristiandad. Su importancia no viene de que fue una potencia mundial, sino de que combatió contra la Europa Moderna y sus rupturas, o sea, contra el Protestantismo, primero, y luego contra la Revolución. Su valor viene de ser «martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma» como se dice en la Historia de los heterodoxos españoles.

Ramiro de Maeztu sostiene que fue en el denominado Siglo de las Luces cuando «se nos perdió la Hispanidad» pues «nos gobernaron en la segunda mitad del siglo masones aristócratas, y lo que se proponían los iniciados, lo que en buena medida consiguieron, era dejar sin religión a España».

«Empezamos —señala— por maravillarnos del fausto y la pujanza de las naciones progresivas; de la flota y el comercio de Holanda e Inglaterra, de las plumas y colores de Versalles. Después nos asomamos humildes y curiosos a los autores extranjeros. Avergonzados de nuestra pobreza, nos olvidamos de que habíamos realizado, y continuábamos actualizando, un ideal de civilización [la Cristiandad] muy superior a ningún empeño de las naciones que admirábamos».

«El hecho —continúa— es que dejamos de pelear por nuestro propio espíritu, aquel espíritu con que estábamos incorporando a la sociedad occidental y cristiana a todas las razas de color con las que nos habíamos puesto en contacto».

«No vimos entonces que la pérdida de la tradición implicaba la disolución del Imperio y por ello la separación de los pueblos hispanoamericanos. El Imperio español era una Monarquía misionera, que el mundo designaba propiamente con el título de Monarquía católica. Desde el momento en el que el régimen nuestro, aun sin cambiar de nombre, se convirtió en ordenación territorial, militar, pragmática, económica, racionalista, los fundamentos mismos de la lealtad y de la obediencia quedaron quebrantados» (Ramiro de Maeztu, La defensa de la Hispanidad).

Por eso, es loable que tanta gente se haya dado cuenta de la falsedad de la Leyenda Negra y la grandeza de la Monarquía Hispánica universal. Pero esto no basta. Hay que restaurar, desde la tradición, la auténtica Hispanidad y no caer en la tentación de una Hispanidad liberal o, lo que es lo mismo, una Hispanidad sin Cristo, que no es sino la reivindicación de los reinos católicos sin querer que sean católicos. O sea: algo tan tonto como «la Navidad es pasarla en familia».

Jorge Pablo Martínez Díaz, Círculo Blas de Ostolaza