La Navidad y su sustituto revolucionario (I)

La adoración de los pastores, Anónimo del Siglo XVII. Museo del Prado

Dadas las fiestas que atravesamos, es oportuno señalar el enorme trasvase de principios que nuestra sociedad ha experimentado, con ocasión de la Natividad del Señor. A medida que avancemos en nuestro análisis, descubriremos que la ruptura con la Tradición tiene un papel fundamental en la sustitución de la Navidad por la fiesta que hoy celebra el mundo.

La Navidad conmemora el nacimiento de Cristo, realizado con el fin sacrificial de la Cruz. El nacimiento de Cristo de la Virgen vino a ser necesario, pues cuanto más está lleno uno de los dones espirituales, tanto más distante está de las cosas carnales, pues el hombre se eleva por las cosas espirituales y se rebaja por las carnales. Cuando el Aquinate nos hace esta referencia, nos revela el sentido de la Navidad de forma clara.

La Navidad, por tanto, imprimía en la sociedad un profundo anhelo de conversión de uno mismo, de despojo de sí mismo y apertura a Dios. En este sentido, es el mismo Cristo quien toma ese camino. Pues el amor es una fuerza mutua que hace en cierto modo a dos personas que se aman una sola persona, por lo que no es contrario al orden divino de la justicia que un culpable sea libertado del castigo que merece, por la satisfacción del amigo.

Desde su naturaleza católica, todas las prácticas que hoy se han mantenido cobran sentido, pues la reunión familiar tiene como fin la felicidad de los miembros, dando muerte a las apetencias personales en pos del bien ajeno. Así, convites, regalos y fiestas tienen en Cristo su piedra angular y son la cristalización de ese estado sobrenatural de gozo por la venida de Cristo en el plano de la naturaleza humana. De aquí extraemos un corolario sencillo: sin Cristo estas prácticas pierden el sentido, alteran su naturaleza y se convierten en otra cosa.

Para estudiar el origen de este cambio en las fiestas de Navidad hay que preguntarse qué ideología expulsó a Dios de la comunidad política, provocando que donde antes el centro era Dios viniese a colocarse al hombre. La respuesta es el liberalismo. Dicha ideología podemos esbozarla de muchas formas, pero cuando el conocimiento esencial resulta complejo conviene estudiar las características de una cosa para conocer su naturaleza. Para ello me serviré de la definición de Gabino Tejado sobre dicha ideología:

Sinceramente estudiado el lenguaje común, y el orden de cosas que ha sido constante y universalmente aplicada la palabra liberalismo, no se expresa con ella sino el conjunto de varias especies pertenecientes un género común de sistemas, que, con mayor o menor intensidad, por vías más o menos directas, se proponen secularizar la vida humana; es decir, apartar de toda norma de derecho divino la actividad de individuos y sociedades, tomando por criterio único y exclusivo de todo acto moral, privado o público, la mera razón y la mera voluntad del hombre.

Esto es el liberalismo, considerado en su esencia; y esto es lo que, en el lenguaje común, significa la palabra. Es decir:—en el orden intelectual, soberanía absoluta de la razón humana;—en el orden moral, soberanía absoluta de la voluntad humana; y estas dos soberanías, produciendo:

En el orden religioso,—el racionalismo; es decir, la razón del hombre, erigida en autora única y único criterio legítimo de sus creencias, con sus derivados—el protestantismo, y todas sus innumerables variedades, sólo conformes en negar la autoridad de la Iglesia;—el deísmo, que niega a Jesucristo y toda religión positiva;— el ateísmo, bajo sus varias formas de materialismo, panteísmo, positivismo y sus análogas;—el escepticismo dogmático, y el antes definido eclecticismo, con sus naturales derivaciones, el indiferentismo, el latitudinarismo y el nihilismo.

Aquí observamos dos elementos muy importantes: secularización y autonomía. En el fondo los dos vendrían a ser el mismo en tanto en cuanto, una vez proclamada la autonomía del hombre en todos los ámbitos, la secularización es la lógica consecuencia.

Pues bien, la Navidad ha experimentado esto mismo. Durante dos siglos, el liberalismo ha ido avanzado en el proceso secularizador, llegando a vaciar la Navidad de su contenido original y convertirla en una fiesta más del Estado.

(Continuará)

Miguel Quesada, Círculo Hispalense