La familia como señuelo derrotista

«Uno más de la familia» de F. G. Cotman

Es evidente que nos encontramos en un enfrentamiento entre el orden social cristiano, o más bien sus restos, y la revolución campante. En esta tesitura, encontramos una peligrosa tesis que funda todo el combate social en el plano familiar, haciendo de la familia el baluarte al que agarrarnos ante los embates del mundo moderno.

Esta concepción constituye un señuelo y a la vez un síntoma de derrotismo. Señuelo en la medida en que es un desorden conceptual atribuir a un cuerpo celular básico las competencias ligadas al orden político. No es posible una restauración del orden social cristiano en actitud de defensa de la familia exclusivamente. Primeramente porque la ofensiva no excederá el lugar social familiar, dejando de lado estadios como las corporaciones o el propio poder político. Además, la familia en una «sociedad» contraria a la ley natural acaba siendo desmembrada por las corrupciones legales inicuas. Así, el divorcio, el matrimonio homosexual, la promiscuidad, las «familias» monoparentales… sufre graves daños que le dificultan su mantenimiento de forma general, no digamos su capacidad de ofensiva social.

El otro rasgo referido al síntoma de derrotismo se funda en el hecho de la claudicación del combate político por parte del pensamiento «católico». La entrega del mundo eclesiástico en brazos de la modernidad, unido a las desvirtuaciones ligadas al encarnacionismo extremo y el escatologismo extremo, propios ambos del modernismo teológico, acabaron teniendo a la naturaleza, en un caso como infalible y madre de la gracia y en otro por insignificante. Tanto en uno como en otro, el mundo eclesiástico acabó bautizando los sistemas ideológicos circunstanciales, y negando su dimensión de anticristianos en la práctica. Ocupado el terreno político por las ideologías, éstas se empeñaron con fruición al desmantelamiento del orden social cristiano, con pésimas consecuencias en todos los niveles sociales, también en el familiar. La alternativa familiar es un síntoma de derrota, de un pseudo combate que ha perdido la batalla en las murallas y trata de combatir con el enemigo dentro de la fortaleza misma.

Si la batalla no aspira al orden político estará llamada a la derrota necesariamente; lo contrario sería negar el orden gradual social y las competencias de los diversos estratos sociales. La familia posee importancia en la medida en que es célula básica de la sociedad, pero no en base a que el orden político se configurará según sus pretensiones.

Miguel Quesada, Círculo Hispalense