Joseph de Maistre, adalid del iluminismo «católico» (I)

Joseph de Maistre, por Carl Christian Vogel von Vogelstein, ca. 1810

Este año pasado, con motivo del bicentenario de la muerte del Conde De Maistre, aparecieron diversos trabajos y publicaciones apologéticos que incidían en la supuesta ortodoxia católica –doctrinal y práctica– del político saboyano. Hace cien años, con ocasión de su centenario, también aparecieron diversas obras u opúsculos, pero éstos apuntaban más bien a afianzar la esencia iluminista del pensamiento de nuestro personaje: El pensamiento religioso de J. de Maistre, de G. Goyau (1921); Notas sobre J. de Maistre desconocido, de F. Vermale (1921); J. de Maistre místico, de E. Dermenghem (1923), etc. Algunos de estos investigadores citaban por primera vez nuevos documentos extraídos del Archivo del publicista, custodiado en aquel entonces por sus biznietos Rodolphe de Maistre y el P. Dominique de Maistre, en el Castillo de Saint-Martin-du-Mesnil-Oury. Dentro de ese Archivo destaca, sobre todo, por un lado, el Expediente titulado Iluminados, que contiene, entre otras cosas, una Memoria al Duque de Brunswick-Lüneburg (1782) y otra Memoria sobre la Francmasonería dirigida al Barón Vignet des Etoles (1793); y, por otro lado, varios Volúmenes-Registros, donde se recogen multitud de pequeñas anotaciones, apuntes y comentarios del Conde sobre gran cantidad de asuntos, incluidos los que guardan alguna relación con su pensamiento en temas iluministas.

Creemos que todos estos papeles, en verdad, no hacen sino confirmar de una manera más explícita lo que ya se reflejaba de manera más o menos clara en las Obras Completas de J. de Maistre editadas en las últimas décadas del siglo XIX, y que se resume muy bien en una nota contenida en una Carta suya de 10 de Diciembre de 1816, citada por Amédée de Margerie en su obra El Conde de Maistre (1882): «Una vez pasé mucho tiempo conociendo a estos Señores (los Iluminados). Frecuentaba sus asambleas; fui a Lyon para verlos más de cerca; mantuve cierta correspondencia con algunos de sus personajes principales. Pero me quedé en la Iglesia Católica, Apostólica, Romana, mas no sin haber adquirido una multitud de ideas de las que me he beneficiado».

Maistre ingresó en 1774 en la Logia de los Tres Morteros de Chamberí, dependiente de la Gran Logia de Inglaterra. Parece ser que no satisfacía sus inquietudes intelectuales, ávidas de profundizar en los arcanos «místicos», por lo que se pasó en 1778 a la recién creada Logia de la Perfecta Sinceridad, dependiente de la Reforma Escocesa (escindida de la Masonería inglesa hacia 1735). A finales de ese año se celebró en Lyon una Convención de las logias francesas del susodicho rito escocés, en donde triunfó la línea misticista impulsada por el mercero J. B. Willermoz (propagador de las doctrinas del oscuro sefardita Martínez de Pascualis), en contraposición a la rama racionalista-enciclopedista. Al parecer, las divergencias en el seno de la Masonería escocesa iban en aumento, lo que provocó una especie de crisis de identidad que obligó a su Gran Maestre, el Duque de Brunswick, a emitir en 1780 una Circular pidiendo a las distintas logias Memoriales acerca de la esencia, origen, finalidad, etc., de la Masonería, con ocasión de una Convención general que se celebraría en Wilhelmsbad en 1782. Aparte de la Memoria colectiva enviada por su logia de Chamberí, J. de Maistre decidió remitir además otro escrito, conocido como Memoria al Duque de Brunswick. Hay que subrayar que Maistre no era un vulgar masón de baja categoría, sino que formaba parte (con el nombre de Josephus a Floribus) de un Colegio Particular de Chamberí, un grupo de cuatro iniciados superiores dentro de la «jerarquía oculta» de la Reforma Escocesa. Tenía, pues, suficiente autoridad para redactar su propia Memoria personal, en la cual muestra un consumado apego hacia una especie de iluminismo «cristiano» dentro de la Masonería, y que habrá de informar toda su obra posterior como publicista. Fijémonos, dentro de este documento, p. ej., en el siguiente pasaje paradigmático de su mentalidad: «La verdad resultante de la contraposición de opiniones, permite combatir la de algunos Hermanos que quieren encontrar la Masonería únicamente en la iniciación griega o egipcia. Probemos que no somos hombres nuevos, pero hagamos una genealogía clara y digna de nosotros. Dediquémonos de una vez al Evangelio, y dejemos aquí las locuras de Menfis. Remontémonos a los primeros siglos de la Ley santa. Escudriñemos la antigüedad eclesiástica. Preguntemos a los Padres uno tras otro. Reunámonos, confrontemos los pasajes. Probemos que somos cristianos. Vayamos incluso más lejos: la verdadera religión tiene más de dieciocho siglos: nació el día que nacieron los días. Remontémonos al origen de las cosas, y mostremos, por una filiación incontestable, que nuestro sistema añade al depósito primitivo los dones del Gran Reparador [= Jesucristo]».

(CONTINUARÁ)

Félix M.ª Martín Antoniano