Por qué ser monárquicos

EN LA RAÍZ ÚLTIMA DE LA POTESTAD DE GOBIERNO DESTACA LA MONARQUÍA POR SU PERTINENCIA

C. Feliu, S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón

Los que no siempre hemos sido monárquicos, incluso no siempre hemos sido cristianos, a veces echamos la vista atrás para aislar las razones que nos han traído aquí. No somos los únicos que repasamos motivos; no sólo fue racional. Pero esencialmente fue una conclusión con que queremos servir a nuestros semejantes.

Quizá el primer presupuesto es el hecho de que el hombre es un ser social por su naturaleza, y la comunidad no sólo es una de las cosas naturales, sino el único lugar en que puede ser perfeccionada esa naturaleza. No estaría de más, tirando del hilo de algunas líneas de Aristóteles, explicitar que precisamente por estar dotado de entendimiento es el hombre comunitario. Y lo es más y en un orden inalcanzable a cualquier animal gregario.

Toda comunidad que merezca ese nombre consiste en un orden, cuyo principio formal y regulador es una autoridad, un mando o gobierno. Así, se distingue un gobierno familiar, municipal o nacional. Pero ese orden no está para un provecho privado de dicho gobierno o autoridad, sino más bien al contrario.

Es el mando quien se subordina, la herramienta que no puede faltar para armonizar adecuadamente un orden. Esto lo hace realizando el bien común que constituye dicha comunidad, ésa es su misión. Definir como unidad de orden una comunidad significa que ésta consiste en un cuerpo jerárquico de relaciones, cuyo punto de unidad es ese fin al cual todas se dirigen y que las comuna. Esto es lo constitutivo, a ello se subordina incluso el mando, es lo que da razón de ser de la comunidad y de la autoridad: su bien común.

Es falso que, considerado en los principios, no exista un régimen objetivamente mejor que otros, cuestión en la que el mismo Magisterio se ha pronunciado. La monarquía es mejor porque lo que ya es uno como autoridad une mejor. No quita que los otros puedan ser válidos, siempre que cumplan su fin.

Pero en la raíz última de la potestad de gobierno destaca la monarquía por su pertinencia. Porque el gobierno, cuyo efecto formal consiste en unir, tiende a la realeza, a ser principio armonizador del modo más indiviso y estable posible. Esta comprensión profunda está institucionalizada en la monarquía cristiana, donde la dignidad real sigue a ese oficio de gobierno, y no al contrario.

Y es que el bien común, en cuanto realizado, contiene o se identifica necesariamente con la perfección de la naturaleza humana, según su esencia. Sin obviar lo adecuado para el propósito de que sea templada, la monarquía encarna de modo pleno la eficacia formal del gobierno según la naturaleza. Por ello puede cumplir mejor la perfección en virtud, en justicia, en felicidad natural, de la esencia humana. Y, lógicamente, serán príncipes firmes y justos los mejores defensores en lo político del orden y la perfección sobrenatural.

Roberto Moreno, Círculo Antonio Molle Lazo de Madrid

Deje el primer comentario

Dejar una respuesta