El posibilismo: ejemplos en la historia del Carlismo (III)

Constitución de la oficina electoral de Tradicionalistas y Renovación Española (TYRE)

La tentación ultramontana

Como hemos visto, el integrismo no fue en absoluto clerical en sus inicios pero, separado ya de la lealtad dinástica, poco a poco y pese a que se decía monárquico, precisamente por no seguir al Rey, dejarían un hueco para cierto accidentalismo que se haría creciente con el paso del tiempo. Esto, a su vez, provocaría  que la autoridad política recabase en los prelados. Así, el Partido Integrista, al pretender un Reinado Social de Cristo separado de la lealtad dinástica, caería finalmente en el clericalismo. Esto llegó a su punto álgido cuando Manuel Senante, reunido con el entonces Papa San Pío X con motivo de la polémica encíclica Inter Catholicos Hispaniae —que supuso, de hecho, un varapalo tanto a la Comunión Tradicionalista como al Partido Integrista a favor del Partido Conservadorpreguntó cándidamente al Pontífice si lo conveniente era que el Partido Integrista se disolviese. En cualquier caso, los principales instigadores del cisma, Sardá y Salvany y Ortí y Lara, acabarían reintegrándose en el Partido Conservador. Así, es claro que desgajarse del legitimismo bajo pretexto de una mayor integridad doctrinal, fomentó finalmente un nuevo posibilismo y una nueva claudicación ante el conservadurismo.

La cola de cometa derechista

No cabe duda que las nuevas directrices vaticanas dañaron enormemente la causa tradicionalista. Ni el legitimismo ni el integrismo parecían corresponder con las intenciones romanas, que pasaban por una aceptación implícita de la fácticamente consumada legalidad del régimen liberal como terreno de la acción política y del Partido Conservador como opción natural, con la excusa, eso sí, de la no renuncia  a la defensa de la Unidad Católica.

En este contexto, influenciado por la Acción Francesa, Antonio Maura dará unas nuevas directrices al Partido Conservador. Así, al igual que el movimiento monárquico galo, Maura, teniendo como eje la lealtad a la monarquía usurpadora, proporcionará al Partido Conservador una nueva dinámica, más social y enérgica que la vieja inercia del conservadurismo canovista. El Carlismo tendrá contactos con el maurismo, y Vázquez de Mella llegará a recibir una oferta de una cartera ministerial como ya le había sucedido antes con Cánovas. Es una técnica clásica de la derecha: los sobornos a tradicionalistas destacados para buscar la anulación o control del movimiento político.

Del maurismo saldrán las principales figuras que sostendrán la dictadura de Primo de Rivera, como Calvo Sotelo y Antonio Goicoechea y que mantendrán la misma línea de acción política ya generada por Maura, teniendo como principal referente la Acción Francesa. Así, aparecerá su homólogo en España, la revista Acción Española y su partido de referencia, Renovación Española. La combinación, igual que la importada de Francia: supuesta defensa de la monarquía tradicional pero con elementos extraños e ideológicos forzadamente injertados, coronado todo aquello con una monarquía usurpadora supuestamente depurada.

Del seno del maurismo nacerá posteriormente el Partido Social Popular, dirigido por Ángel Ossorio. Los llamados socialcatólicos pretenderán una línea política católica protodemócrata-cristiana distinta a la tradicionalista, sea en su vertiente integrista o legitimista. Y no porque a éstas últimas les faltara un componente social o una articulación clara de la política económica, sino porque los socialcatólicos buscarán una nueva vía para la política católica, separada ya del tradicionalismo; esto es, una defensa de la Doctrina Social de la Iglesia sin buscar desarticular el régimen constitucionalista liberal.

El Partido Social Popular abre, como decimos, el precedente demócrata-cristiano en España, apareciendo con ello la Asociación Católica Nacional de Propagandistas de Ángel Herrera Oria y su medio, EL DEBATE. Además, su nombre, ha tenido sus continuadores en el tiempo hasta nuestros días: Partido Social Popular, Acción Popular, Alianza Popular y Partido Popular.

El cisma mellista

La salida de la Comunión Tradicionalista de Vázquez de Mella y sus seguidores debe entenderse desde la perspectiva de los acontecimientos políticos del momento. El detonante fue el posicionamiento respecto a la I Guerra Mundial, pero arrastraba tras de sí la tentación posibilista. De hecho, la fundación por parte de Mella del Partido Católico Tradicionalista y desligarse del legitimismo, sirvió para tratar de aglutinar la «unión de las extremas derechas», pues con Maura se había producido ya el pistoletazo de salida de la derecha radical.

Con todo, Mella siempre exigió como condición indispensable el liderazgo de su partido en la coalición, así como que nunca entraría en el juego del régimen de la Constitución de 1876 ni de la monarquía usurpadora.

Sin embargo, tras su primer fracaso electoral al no obtener representación, la vía abierta al posibilismo no hizo más que crecer. Así, precisamente por los malos resultados, algunos consideraron que no estaban en condiciones de pedir liderar una coalición de extrema derecha. En este punto se produjeron ya la discrepancia entre Mella y Víctor Pradera, pues este último abogaba por un pragmatismo mayor. De hecho, Víctor Pradera siguió con esa estrategia durante la II República, apoyando las candidaturas electorales conjuntas con los alfonsinos de derecha dura con la coalición Tradicionalistas y Renovación Española.

Acción Española y el pacto de Territet

Durante la II República, el clima no podía ser más favorable a las ansias posibilistas. Con una derecha echada al monte, con las modas totalitarias a las que se fue sumando la democracia cristiana y con la repentina muerte de Don Jaime y Don Alfonso Carlos con 81 años y sin hijos, volvía otra vez el complot para la unión dinástica. Con todo, la Comunión vivió un crecimiento enorme, especialmente con la vuelta de la mayoría de los mellistas y de la totalidad del Partido Integrista.

El contexto político favorecía los diálogos ecuménicos con los alfonsinos. Así se dio la coalición antes mentada de Tradicionalistas y Renovación Española, cosa que no contentó a muchos carlistas que se negaron a entrar en ella.

La mala influencia de Acción Francesa, por la vía de su homólogo español en forma de revista y partido, favoreció el manejo para el falso pacto de Territet, un supuesto acuerdo de Don Jaime y Don Alfonso para la unión dinástica que, casualmente, no salió a la luz hasta la muerte de Don Jaime.

No podemos caer en el error de considerar, como otros hicieron, que fueron los retornados a la casa común del tradicionalismo los que trataron de forzar la imposible sucesión de Don Alfonso Carlos en la figura de Don Juan. De hecho, fueron los integristas los más férreos defensores de la legítima sucesión de Don Javier.

Jaime Alonso, Círculo Tradicionalista Juan José Marcó del Pont

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