Unos apuntes sobre el Reino de Murcia

Tras la segunda y definitiva reconquista de Baeza (1227), atalaya espiritual, por las agraciadas milicias de San Fernando, apenas hubieron de transcurrir nueve años para que Córdoba de los mártires retornase al régimen de Cristiandad. En 1246, igual Jaén; y en 1248, Sevilla; créditos del mismo Santo Rey castellano. De forma paralela, al oriente de la Meseta Sur, diferentes levas —comandadas, según correspondiese, por el Rey Conquistador Don Jaime I, por el Infante Don Alfonso de Castilla (futuro Rey Sabio) o por las Órdenes de Santiago y de Calatrava— habían ganado durante aquellas mismas fechas los lugares de Villena (1240), Albacete (1241), Chinchilla de Montearagón (1242), Yecla, Jumilla y Caravaca de la Cruz (1243), v.gr. Como resultado de dicho tránsito se formularon dos normas regionales: la Capitulación de Alcaraz (1243), entre el Infante Don Alfonso y el caudillo de la Murcia ocupada (documento donde el moro se reconoció súbdito de aquél); y el Tratado de Almizra (1244) por Don Jaime I de Aragón y el dicho Infante castellano, para aclarar la tenencia de cualesquiera nuevas tierras allí logradas.

Los castellanos, por su parte, escaparon acto seguido a la reconquista de Almansa, de Lorca y de Mula, en 1244; de Cartagena, sólo un año después; y de Alicante en 1248, v.gr. Don Alfonso solicitó entonces a Su Santidad Inocencio IV que restituyera la Diœcesis Carthaginensis, y esto se concedió en la bula Spiritus exultante de 1250. Algo más tarde, coronado ya el Sabio, y faltando todavía una década para que los cristianos desembocaran en la capital del Segura, se nombró Señor de Villena al Infante Don Manuel de Castilla, hermano del joven Rey, y es a través de este linaje manuelino que Don Enrique V, reinante de iure en nuestros días, emparenta doblemente con San Fernando (es decir, además de hacerlo por la sucesión alfonsina).

El extenso Señorío de Villena (más tarde Principado, tras heredar Don Juan Manuel, primogénito del antedicho Infante y de Doña Beatriz de Saboya) resultó una de las más potentadas jurisdicciones del sureste, y fue tan de este modo que los Manuel encarnaron la titularidad de Villena junto con la de Adelantados Mayores de Murcia y de la Frontera (i.e. Córdoba, Sevilla y Jaén). La propia ciudad de Murcia habíase recuperado en 1266 para Castilla, cumpliendo con los arreglos, pero Don Jaime II tornó luego aquellas tierras en aragonesas cuando hubo de adelantarse en reprimir a unos moros levantiscos, y así este Reino fue dominio de Aragón entre 1296 y 1304. Aún hoy el léxico murciano preserva algunos arcaísmos pirenaicos, pues la amalgama no fue poca: por cuanto los territorios del Betis habíanse reconquistado paralelamente a Murcia, marchó allá primero el grueso de las familias repobladoras castellanas, y quedó esta segunda región falta de nuevas gentes; entonces se colmó tal insuficiencia con catalanes, con navarros y con aragoneses, además de castellanos, de lo que dan cuenta multitud de apellidos.

En la repoblación murciana campearon singularmente los Fueros sevillano y cordobés: el primero de ellos concediose a Murcia (1266) o Elche (1270); el segundo, a Mula (1245), Cartagena (1246), Alicante (1252), Orihuela (1261), Lorca (1271) o Villena (1276), aun cuando décadas más tarde Don Alfonso XI otorgaría también el de Sevilla a Lorca, Jumilla, Villena y Yecla. Un tercer Fuero, el conquense, se aplicó en Almansa (1262), v.gr. Durante la efímera translatio aragonesa primó el modelo de la Costum y de los Fueros valencianos, si bien asegurando la heterogeneidad jurídica del Reino.

El profesor D. Francisco Elías de Tejada, quien ocupase fugazmente la Cátedra de Derecho Natural y Filosofía del Derecho en la Universidad de Murcia, alegó que este Reino había sido una «comarca de transición, […] tierras extremas de lo andaluz», y cuyas actuales gentes son «de hechos más que de palabras». Sobre la cualidad mestiza y de frontera hemos ofrecido ya aquí cierta aclaración histórica, pero aún cabe apuntar alguna otra línea: Nuestra Señora María Santísima de la Fuensanta, advocación medieval de origen cordobés (donde es copatrona), se conoce desde 1731 también como patrona de la ciudad de Murcia, con el apodo de la Morenica, y desde 1808 como Generala del dicho Reino levantino (antes de aquélla había primado tras la Reconquista en Murcia la Virgen de la Arrixaca, a la cual Don Alfonso X ofreciera una inspirada cantiga).

La segunda de aquellas cualidades enunciadas por el profesor Elías de Tejada acerca de los murcianos (i.e. la acción primero que el dialogar) ha brindado a nuestra Causa dos tipos concretos de ademanes, uno de desorden y otro de virtud: o bien la traición del lorquino Maroto, contrahecho en coloquios, o bien el sobresaliente heroísmo del Coronel Lozano, mártir, natural de Jumilla. No obstante, murciano de notabilísimas y ordenadas palabras lo fue don Diego de Saavedra y Fajardo, e igualmente San Isidoro y San Leandro de Sevilla provenían de estirpe cartagenera.

No concluyamos esta tipología sin recordar, por otra parte, que el granadino Cardenal Belluga, abogado de la legitimidad borbónica durante la Guerra de Sucesión Española desde tierras murcianas, destacose tan brillante en todos sus deberes que alcanzó a ser nombrado Virrey de Murcia y de Valencia por Don Felipe V, y esto resulta doblemente significativo porque el tipo tradicional murciano sería además incomprensible sin la vecindad del Turia (condición que encarnó de manera memorable el egregio Marqués de Villores —valenciano, pero de abolengo villenense—, Jefe Delegado de la Comunión Tradicionalista, modelo de caballería levantina).

Rubén Navarro Briones, Círculo Tradicionalista San Rafael Arcángel