Sobre el aborto y los «valores»

Macron junto a Roberta Metsola, que ahora preside el Parlamento europeo. Foto Bertrand Guay. Pool /AFP

En las últimas semanas se ha venido discutiendo una polémica propuesta de Emmanuel Macron, presidente de la República Francesa, quien ha invitado a incluir el aborto en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea. Recientemente, la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea (COMECE) ha escrito respondiendo a Macron, declarando su «preocupación y oposición» por considerar el aborto como un derecho humano, si bien aseguran coincidir con el presidente «en la importancia de defender y promover los valores de la Unión Europea».

Se trata de un viejo problema que parecería no tener solución: qué incluimos y qué descartamos como derecho humano. Tanto Macron como la COMECE (que expresa la postura de la inmensa mayoría de católicos) parten del mismo punto: su plena adhesión y fidelidad a los valores de la UE. Sin embargo, no se ponen de acuerdo a la hora de establecer cuáles son esos valores concretos. Es decir, parten de las mismas premisas, pero difieren en las conclusiones.

Está claro que solo alguien profundamente deshumanizado puede promover el aborto e invitar a que este se practique. No obstante, considero que si para resistir los embistes abortistas nos refugiamos y apelamos a «los valores de la UE», no tenemos mucho que hacer. ¿Acaso no es un valor de la UE garantizar el acceso universal a la salud sexual y reproductiva, con todo lo que ello conlleva? ¿No es un valor de la UE garantizar la unión de personas del mismo sexo? ¿No es un valor de la UE que los homosexuales puedan adoptar? Se podrían mencionar numerosos «valores» más, reconocidos legal o jurisprudencialmente, que atentan contra la religión y la naturaleza de las cosas.

En definitiva, la solución a este viejo problema no vendrá apelando a unos valores contrarios al orden natural y la ley divina, asentados sobre unos derechos humanos moldeables y manipulables, que no tienen una base ni fundamentación rigurosa. Derechos humanos que, por su propia naturaleza, dependen únicamente de quien ostenta la potestad en un momento determinado. De este modo, para combatir el aborto tenemos que desvincularnos de la ideología europeísta, esencialmente moderna, y recuperar el sentido clásico de derecho. Según esta concepción, el derecho es la cosa justa, concreta, incompatible con la consideración del derecho como un elenco de facultades abstractas y desvinculadas de una comunidad política determinada, típica de la visión moderna del derecho. En cualquier caso, sobre esto último existen numerosos escritos, a los cuales me remito para suplir la falta de espacio.

Antonio de Jaso, Navarra