Mundo loco, España triste

Composición editorial desde imágenes de EuropaPress.

Un viernes cualquiera, un español se asoma a su país por las ventanas habituales, que suelen ser la prensa. Los sucesos aparecen con aire más anodino que entusiasta.

Constatamos que el PSOE consolida el dominio sobre su espectro sociopolítico, sepultando por medio de la huera Yolanda Díaz al fenómeno Podemos, virus que pudo matarle. Noticia común, que traen a portada ABC o La Razón; en ella se explaya El País, a quien más conviene resaltarlo.

Al repasar los papeles, en busca de los trazos cotidianos que atañen a toda la nación, hallamos muchas nuevas poco nuevas. Los informadores insisten en que el litro de gasolina no bajará de dos euros en todo el verano, para que nos sigamos acostumbrando. El Mundo se apresura a eximir de culpa a las factorías gasolineras, frente a la ministra Calviño.

Leemos con cierta sorna en El País que Gabilondo prepara «una oficina para las víctimas de abusos», y que formarán «equipos de expertos sobre la pederastia». Gracieta lastimera, porque España sabe, ¡ay!, que ciertamente conocen victimarios expertos en la materia. También con ironía notamos las llamadas de atención para la compra de vacunas contra la viruela del mono.

Sin duda la noticia más atendida y menos relevante es la llegada a Sangenjo de Juan Carlos. En efecto, el hecho divide menos de lo que se pregona, porque importa mucho menos de lo que se pretende. La Razón llega a un extremo ridículo al indicar que esta venida «marca el inicio de la esperada normalidad». Al igual que El País, La Vanguardia se ceba con una fotografía que resalta el patetismo de la ancianidad en el ex-jefe de Estado. De todos, El Periódico acierta en el titular: «un regreso convertido en espectáculo».

Las notas dejan la noticia de fondo. Desde hace dos años, se ha instalado un letargo en nuestra sociedad, algo que se percibe, que se huele. Puede notarse en el día a día inmediato, pero también al revisar la vida política. El país se mueve a medio gas.

El confinamiento y las medidas debidas a la pandemia han dejado una pátina extraña en el cuerpo social. En semejante estado, parece que nada lo conmueve, nada lo sacude, ni lo altera ni lo remueve demasiado. Una pasividad apática sombrea el terruño peninsular.

Unos se atreven a decir que es ya una quietud terminal, lo cual no es dado afirmar; algo alienta. En cambio diremos que hay momentos de exaltación y otros de bajura en la vida de los pueblos. Ahora mismo, España respira, aunque sea de modo renqueante, antes de otro proceso electoral que se distingue en el horizonte.

No obstante, en el acento de los atrevidos hay algo de verdad. Es muy aguda la debilidad en que va a llegar España a ese nuevo proceso: quebradiza en lo económico, revuelta en el orden interno, sumisa y vapuleada en el internacional. En general, desastrada en términos políticos.

Roberto Moreno, Círculo Antonio Molle-Lazo de Madrid