La educación para la era del desempleo

El robot Sanbot en un aula del Colegio Europeo de Madrid junto al responsable del proyecto, el profesor J. Calvo/ EP

Tanto los políticos como la inmensa mayoría de los modernos sociólogos, directivos educativos y eso que llaman pedagogos, repiten hasta la saciedad que el sistema educativo debe diseñarse de modo que adapte a los discentes a las necesidades socio-económicas de su tiempo. Con ese pretexto se ha desarrollado la pulsión por el bilingüismo, la digitalización y el adoctrinamiento respecto de los llamados ODS (objetivos de desarrollo sostenible), entre otras muchas funciones ajenas a la esencia de la educación.

Sin embargo, nadie nos dice cómo debe reaccionar el sistema educativo ante la perspectiva futura (sólo veladamente reconocida), de que una porción muy importante de la población mundial será irrelevante en términos del llamado mercado laboral. Pero, aunque nadie lo diga, sí se observan indicios de esa reacción. Esos indicios cristalizan, esencialmente, en la obsesión por rebajar el nivel de exigencia y contenidos en las diferentes etapas del sistema educativo, al mismo tiempo que se refuerza la intromisión estatal en cuestiones que tienen que ver con el pensamiento único posmoderno (por todas, ideología de género o cambio climático).

Porque la cuestión es la siguiente: ¿a quién le importa que la educación haya dejado de ser un «ascensor social», si la digitalización futura va a destruir siete puestos de trabajo por cada uno nuevo que genere? La minoría hiper-cualificada que el mercado pueda requerir, va a estar igualmente garantizada a través de la minoritaria educación de élite que reciban aquellos quienes sus familias se la puedan permitir. La sociedad post-tecnológica no va a requerir de «hombres hechos a sí mismos», sino que bastará con los que ya vengan hechos de cuna. Y los discursos de la los liberales llamados «de izquierda» seguirán siendo lo que han sido siempre, meros engañabobos.

A esa elite se le exigirá impuestos denominados «para ricos», que no serán sino el precio de una paz social cada vez más difícil de comprar a costa de pagas de subsistencia, droga asequible y ocio a bajo precio. No será necesaria, pues, una clase media relativamente próspera para frenar los impulsos de la revolución comunista, como ocurrió desde los años cincuenta del siglo pasado, porque el estertor de esa ideología ya ha sido exitosamente integrado en los engranajes de lo que Pío IX denominó «imperialismo internacional del dinero». Cada día puede verse como las medidas de corte feminista voceadas por los liberales llamados «de izquierda» no son sino acomodos para el objetivo capitalista de presionar a la baja los salarios con la incorporación masiva e igualitaria de la mujer al mercado laboral, y el deliberado fomento de las familias reducidas, que pueden subsistir con inferiores recursos.

Todo ello mientras hemos sabido que el poder adquisitivo real del asalariado español ha experimentado tasas de variación acumulada negativas en el transcurso de los últimos veinte años, habiendo acaecido, en ese lapso de tiempo, una revolución tecnológica sin parangón, como es la de Internet, que ha llevado, en general, a elevados incrementos de productividad empresarial. No hay más que comparar este dato con la evolución de las cotizaciones bursátiles o los dividendos empresariales, para darse cuenta de la total desconexión entre capital y trabajo que preside la economía hodierna.

Todos los cantos de sirena acerca de las jornadas de treinta y cinco horas o cuatro días semanales, no hacen sino manifestar el creciente sobrante de mano de obra que deriva de la decreciente necesidad de mano de obra para generar cada unidad de Producto Interior Bruto, que a su vez crecerá a tasas más modestas, pues no será necesario estimular el consumo de unas masas cada vez más empobrecidas.

En definitiva, en las escuelas se aprobará sin conocimientos y sin esfuerzo, porque no hará falta saber ni esforzarse. La existencia subsidiada es el plomizo horizonte para muchos.

Javier de MiguelCírculo Abanderado de la Tradición y Ntra. Sra. de los Desamparados de Valencia