¡Si conociéramos el don de Dios!

En este día de la Octava de Navidad publicamos una homilía del Padre José Ramón García Gallardo, Consiliario de las Juventudes Tradicionalistas y Capellán Real. Deseamos a nuestros lectores un santo y feliz año del Señor 2023. 

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Belén es la casa del pan. Estamos llamados a recibir a Jesús, el pan de vida, si no, no tendremos la vida eterna. Él es el Verbo hecho carne, es nuestro Emmanuel, Dios con nosotros. Cuando comulgamos, Él es Dios en mí, no sólo Dios conmigo. Es la presencia del Verbo hecho carne ―y esa carne bajo la especie de pan― la que nos hace hijos de Dios por el misterio de la divinización por la gracia, pues somos divinae consortes naturae.

Es curioso porque Belén en hebreo significa panadería, pero en árabe significa casa de la carne, carnicería. Curioso y providencial, en una lengua es pan y en otra carne. Recibimos la invitación para recibir el pan cotidiano de nuestra alma en la santa Comunión con la frecuencia pedida por nuestro santo patrón San Pío X, denostada por los jansenistas y lamentablemente olvidada por tantos católicos, que no entienden el valor sublime de poder comulgar. El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros y bajo la apariencia de pan, hecho carne, habita en nosotros. Es nuestra divinización hasta la última fibra de nuestro ser. Por voluntad divina somos hijos de Dios por el soplo del Espíritu Santo que nos ha asociado al gran misterio del Cuerpo místico de nuestro Señor Jesucristo. Venir a Belén es acercase a ese tabernáculo en que nos espera Jesús.

Nos acercamos al misterio de la Navidad, misterio lleno de riquezas, al trono de nuestro Rey que nos muestra la verdadera riqueza del cristiano en medio de la pobreza material. Es nuestro Rey. Herodes también llegó a saberlo, se lo hicieron saber los Reyes Magos, que ese Niño recién nacido iba a heredar el trono de David, pastor, rey y profeta. Jesús no sólo es Rey por haber recibido la unción del Espíritu Santo, también es Rey según la naturaleza porque descendía del linaje de David. Es Rey. Su realeza que fue anunciada en el portal de Belén y fue predicada y proclamada a Herodes y a Pilatos. Hoy Él está en el pesebre y quiere llegar a toda la tierra y a también lo más íntima y profunda fibra de nuestro ser. La realeza divina de Nuestro Señor Jesucristo: pongamos nuestro ser a sus pies. La cristiandad ha perdido mucho y no tanto por la maldad de los malos como por la tibieza y por la indiferencia de tantos cristianos que dejaron apagar en ellos el fuego divino del que nos habla la Escritura hoy, ese en entusiasmo divino que quieren apagar en nuestra alma.

La presencia divina de Dios con nosotros y en nosotros. La debemos proteger y defender. ¡Si conociéramos el don de Dios! Si valorásemos el precio de esta gracia, nuestra alma sería siempre un reino de gracia, de caridad y justicia, reino de Jesucristo y nunca una república bananera en la que dominen los vicios más abominables. Un reino de gracia, reino de amor, reino de verdad en medio de la pobreza, al margen de todo apoyo humano. A nosotros no nos sostiene ni la OTAN ni Rusia sino un ejército de ángeles y un ejército de santos que intercede sin cesar para que nosotros podamos restaurar a todos los rincones del mundo y los ámbitos de la sociedad humana el reino de Nuestro Señor Jesucristo.

La mentalidad democrática lo ha impregnado todo, por eso, quiera Dios nuestro Señor librarnos del pecado de liberalismo que hace eco del grito blasfemo de non serviam. Estamos al pie del pesebre y del tabernáculo para un grito católico, el mismo que dio la Virgen Santísima y que dio nuestro Señor en el huerto de Getsemaní: fiat voluntas tua, en la aceptación de la voluntad de Dios, en la aceptación del amor de Dios, en la aceptación de Dios en nosotros entraremos en el misterio que contemplaremos definitivamente durante toda la eternidad: el Verbo se hace carne no sólo en la Eucaristía de Navidad sino en la coherencia en nuestra vida y en nuestra inteligencia: reino de gracia, reino de verdad. Pidamos ser auténticamente leales y que se aleje de nosotros toda tentación de apostasía, de tibieza, de derrotismo que tanto nos acechan en el mundo de hoy porque es de noche; en esta noche nos preparamos porque nos espera el gran día de la eternidad en que todo el reino de tiniebla y mentira quedará destruido.

Venid, amigos, a adorar a nuestro Rey. Venid a la casa del pan, venid queridos amigos, a recibir esta carne. Los judíos se escandalizaron con el anuncio de la Eucaristía, pero Jesús les advirtió que quien no coma mi carne no tiene la vida eterna. Jesús no es un demagogo y no dice lo que queremos escuchar sino aquello que necesitamos. Y necesitamos comulgar con un fervor cada vez mayor que alumbre nuestra fe al calor de ese amor infinito. Así pues, pedid esta gracia. Os deseo una Feliz Navidad que será proporcional al conocimiento, a la percepción del bien sublime, del bien infinito, del bien divino que es simplemente, comulgar. Deus et Omnia. Deus solus. Solo Dios basta. Cuando comulgáis en gracia, Dios está en vuestra alma. Que vuestra alma sea un cielo ahora y siempre.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Padre José Ramón García Gallardo