El pasado domingo 29 de enero, con un nutrido grupo de jóvenes asistentes, fieles a nuestros encuentros, tuvo lugar la cuarta jornada tradicionalista del Círculo Alberto Ruiz de Galarreta, la primera del año 2023 y tercera dedicada a La sociedad tradicional y sus enemigos. En su trascurso se abordó la relación entre el poder civil y el poder religioso en la doctrina tradicional. Por esta razón se nos recomendó asistir habiendo leído o releído el capítulo 3 de la obra de don José Miguel Gambra: «las dos espadas». A pesar de la complejidad del tema el Círculo profundizó en él a través de una introducción sencilla pero completa. Después de rezar la oración de Santo Tomás para antes del estudio, el P. Juan Retamar se encargó de la exposición.
En la tercera sesión habíamos tratado lo relativo al bien común inmanente y transcendente. La provisión del bien común inmanente exige una comunidad política. Pero al estar formada por miembros con inteligencia y espíritu, el bien común inmanente, «material», no basta para alcanzar su plenitud, ni como miembros ni como comunidad. Se necesita el infinito, lo transcendente, a Dios. Aquí aparece la necesidad de un poder espiritual —el altar— que inspire y eduque al poder civil —el trono—, de modo que procure el bien común inmanente posibilitando el transcendente. Ahora bien, ¿cómo se relacionan ambos poderes?
La ponencia del padre Retamar comenzó con una cita de La divina comedia: «En el día la Iglesia de Roma, para confundir en sí dos gobiernos [el trono y el altar], cae en el lodo ensuciándose a sí misma y a su carga». Es decir, el trono no puede fagocitar al altar, ni a la inversa. Ambos poderes han de cooperar sin confundirse. Para defender esta doctrina, se nos proponen 7 tesis:
1ª El hombre forma parte de una sociedad que le confiere la plenitud que le faltaría como individuo aislado.
2ª Precisando la primera tesis, el hombre forma parte de muchas sociedades: familia, ayuntamiento, escuela, empresa, etc.
3ª. Una sociedad especialmente importante es la Iglesia. Es importante porque sobrenaturaliza la pertenencia del hombre en las restantes sociedades.
4ª. Las tres afirmaciones anteriores parecen sugerir que podría haber un conflicto irresoluble de intereses entre las sociedades de las que se forma parte. Esta amenaza se resume en una falsa dicotomía: o trono o altar. O procuramos el bien común inmanente o el bien común transcendente. Por decirlo llanamente: o nos alimentamos o nos salvamos.
Aunque es una falsa dicotomía, no es menos cierto que históricamente pueden producirse —e históricamente se han producido— tensiones que exigen una respuesta conciliadora, no reduccionista. Entre las respuestas reduccionistas y erradas destacan principalmente dos: el cesaropapismo protestante; o la división en compartimentos estancos propuesta por Maritain.
¿Cuál es la respuesta tradicionalista? Que los conflictos entre trono y altar se deben al estado caído de la naturaleza humana, y no a una necesidad metafísica.
La armonía entre ambos poderes es posible si se aborda desde la necesidad que tiene cada uno (trono y altar) para complementarse de algún modo con el otro. Es cierto que los miembros de la comunidad política necesitan los sacramentos de la Iglesia para salvarse; pero no es menos cierto que la Ciudad cristiana sirve como instrumento extrínseco para su acción salvífica, con la propagación y defensa de la verdadera religión. Esta tesis queda ratificada por el magisterio pontificio en múltiples documentos clásicos, como la encíclica Inmortale Dei, de León XIII. En ella se afirma que ambos poderes tienen potestad suprema en su género, lo cual no imposibilita su comunicación situacional en aras de beneficiar a su sujeto pasivo común: el hombre.
5ª. Es necesario armonizar ambos poderes y no es imposible lograrlo. Ante esta tesis, se presentan dos errores prácticos que pueden dificultar esta armonía. Primero, asumir que no existe comunicación entre lo temporal y lo espiritual. No. Un cristiano debe ser tal en el trabajo y en la parroquia. Segundo, desvincular la actividad racional de la actividad espiritual o contemplativa. Corregidos estos errores, observaremos cómo crece la sociedad eclesiástica mientras la sociedad civil mejora su bienestar y buen gobierno.
6ª. Hay dos desórdenes fundamentales. Que el Papa actúe como un Rey temporal más, y que el Rey actúe como Papa. Lo cual no obsta para que, en situaciones excepcionales, cuando el poder temporal se aleja de sus fines con peligro para las almas, pueda el poder espiritual ejercer su potestad indirecta sobre lo temporal, siempre en pro del bien común. El presupuesto de esta tesis es una armonía similar, aunque no idéntica, a la que debe reinar entre el cuerpo y el alma.
7ª. Exageraciones viciosas de la recta doctrina son el cesaropapismo y la hierocracia. El primero viene representado por el liberalismo y el laicismo (o laicidad). El segundo, por el clericalismo que trata de bautizar todos los fenómenos modernos para ganarse el aplauso del Mundo: véase la aceptación de los principios y objetivos de la Agenda 2030, el apoyo a la ONU, a la UE, etc.
Las líneas precedentes son solo en boceto de la profunda y fundamentada intervención del P. Retamar. A continuación, el presidente de nuestro Círculo apuntó algunas cuestiones más —como la relación entre la naturaleza y la gracia en conexión con el tema que nos convocaba— y remitió a algunas referencias fundamentales para profundizar en este asunto, como la imprescindible obra coordinada por el profesor Miguel Ayuso sobre Los dos poderes, o los estudios publicados recientemente por el profesor Juan Fernando Segovia en la revista VERBO, a propósito de ciertas interpretaciones erróneas (hierocráticas) de la doctrina política de Santo Tomás.
Un distendido y animado coloquio en torno a algunas cuestiones prácticas planteadas por la experiencia histórica (los diversos ralliement, la independencia económica de la Iglesia, los problemas de la técnica concordataria, etc.) sirvió para cerrar brillantemente esta sesión.
Círculo Tradicionalista Alberto Ruiz de Galarreta
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