Historias puñeteras: el hombre de la rosa

A los socialistas les unen vínculos con las flores, pero con las ornamentales

Si me gusta tanto la versión de Walt Disney de Alicia en el País de las Maravillas y si recurro tanto a su ingenioso (y absurdo o, quizá, por absurdo) guion es porque, no me lo irán a negar, nuestra realidad circundante tiene muchos rasgos en común con el universo irracional (quizá por híper-racional) de Lewis Carrol. El esperpento (teatral) patrio también podría proporcionarnos muchas citas adecuadas a nuestra realidad realmente real, pero es que también me gustan los dodos y las teteras.

También porque hay flores parlantes y cantantes, que resultan ser bastante odiosas y dignas de ser arrancadas de raíz. Después de acoger con una cursilísima canción a la infeliz Alicia, la someten a un interrogatorio ridículo (flores como son, todo lo humano les es ajeno) tratando de averiguar «de qué clase de jardín procede». Persuadidas (las proposiciones evidentes no necesitan demostración) de que la buena de Alicia no es una flor como ellas, llegan a la única conclusión aparentemente posible:

«— No es más que una simple Nomen vulgaris…

  —¡Hablando claro: una hierba

Pero no vamos a hablar de flores. Al menos, no de todas, sólo de las rosas.

Prometí unas palabras sobre los Letrados de la Administración de Justicia, antaño Secretarios Judiciales y, hoy en día, golpistas, fachas de Juzgado, Enemigos del Pueblo, Agentes de la Contrarrevolución, Carne de Guillotina, etc.

Pero comenzaremos, como cumple a una buena filípica, con un poco de pretermisión: huelga mencionar la huelga que los Letrados están secundando con cifras absolutamente inusitadas desde hace unas semanas; huelga mencionar que la huelga por cuestiones salariales y laborales es perfectamente lícita, aunque al Gobierno le fastidie; huelga decir que al Gobierno no le fastidia tanto como debería porque como prevén (pues no hace falta ser la Pitia délfica para hacer tales profecías) que tendrán que abandonar la Moncloa antes de acabar el año, lo mismo ya si eso les dejan el asunto de la huelga a los del PP. Huelga decir que este Gobierno socialista -que, como todos los Gobiernos socialistas ha enredado con la legislación mucho más de lo que se podía permitir (lo que Natura no da…)- tiene también entre manos una candente situación judicial con una ley de violencias sexuales reforzada, severísima, draconiana, pero feminista, progresista y Bien, cuyo principal y primer resultado (se llama principio de retroactividad de las disposiciones sancionadoras favorables y está en la Constitución[1]) ha sido poner de patitas en la calle a una lista perpetuamente creciente de delincuentes sexuales. Huelga decir (porque nunca está de más repetirlo) que este Gobierno socialista, como todos los Gobiernos socialistas, sabe perfectamente lo que hace; o, por ser más fieles a la realidad, quienquiera que haya elevado al parnaso monclovita al presente Gobierno sabe perfectamente lo que el mencionado Gobierno va a hacer; jugar a hacerse los tontos y los incultos le funciona muy bien a la izquierda española porque, como todo el mundo sabe, son mucho más malos que tontos. Al PP nunca le funciona tan bien porque, incluso cuando se esfuerzan por ser malos, la triste y patética realidad siempre acaba saliendo a la luz: son mucho más tontos que malos.

Tampoco es el objeto de este artículo demostrar (porque las proposiciones evidentes, como la no-floralidad de Alicia, no necesitan demostración) que los socialistas, por el hecho de ser socialistas, son unos clasistas de manual. No hace falta decirlo porque es evidente que quien, cual pepinillo, pasa su vida sumergido en el vinagre bien conservante de la ideología de la lucha de clases, cuando por alguna carambola de la providencia (decía doña Concha Espina –y que Dios me perdone por citarla- que «hay una providencia menor para los malvados») acaba progresando en el ascensor social, suele mirar con muy, muy malos ojos a los infelices que perseveran en los peldaños inferiores. La sabiduría popular explica esta parrafada en genial síntesis: «Ni pidas a quien pidió, ni sirvas a quien sirvió».

Lo digo porque habrá mucha gente sorprendida, no yo, de que el Señor Secretario de Estado de Justicia considerase que, ante la huelga de Letrados, una respuesta posible, correcta, Socialista, Progresista, Feminista, Igualitaria y Bien, era: «Los Letrados de la Administración de Justicia no son Jueces ni Fiscales, ni lo van a ser».

Quizá (quizá, uno nunca sabe cuántas cosas no saben los demás, máxime los socialistas) el Señor Secretario de Estado no sabe, como sí saben los Letrados por haber pasado por ella, que al puesto de Letrado se accede por una oposición —nada que ver, en resumidas cuentas, con el acceso al puesto de Omnipotente Señor Secretario— y que la mencionada oposición es formal, final, material y eficientemente (aunque esto no mucho) distinta de la oposición a Jueces y Fiscales. Vamos, que dudo mucho que algún Letrado haya llegado a vestir la toga con la errada esperanza convertirse, por arte de magia, en otra cosa distinta a un Letrado de la Administración de Justicia. Echar la instancia para presentarse a la oposición de Letrados no es el camino más corto ni más sencillo para convertirse en Juez o Fiscal. Y es de imaginar que quienes se presentan a la oposición de Judicaturas quieren ser Jueces o Fiscales y quienes se presentan a las de Letrados, quieren ser precisamente eso: Letrados y no otra cosa.

Pero creo que la frase es sólo un ejemplo singularmente abyecto de socialismo.

Tampoco hablaremos, porque es un hecho sobradamente conocido y que se produce por un mecanismo psicológico muy semejante, de cómo y por qué no hay nada más misógino y más machista que un (o una) feminista (o feministo). Sea hombre o sea mujer, el ideólogo que pretende explicarles a las mujeres lo que es una mujer es, cuando menos, un imbécil y, cuando más, un aciago demiurgo que pretende transformar (como el mono de Dios) la realidad de las cosas. Ya he expresado en más de una ocasión la desazón que me produce ver a crías de treinta años demostrando en sesudas tesis de mil doscientos millones de folios (como el sumario de los ERE antes de caer en manos de la juez Bolaños) que sus abuelas eran una pandilla de retrógradas fascistas, feas, malas e infelices. Sobre todo cuando esas mismas niñas dedican sus sesudas tesis a sus queridísimas abuelas que les hacían bizcochos de manzana y les contaban cuentos. El desnivel es evidente y los problemas, más: una no puede ser catedrática de Libertad Sexual, Género, Especie y Desbridamiento de las Pulsiones Femeninas Esenciales y abuela que hace tartas al mismo tiempo. Pero me estoy desviando.

Lo digo porque habrá también quien se haya sorprendido de que Su Inmarcesible Progresitud, el Señor Secretario les dijese a dos representantes (féminas) del colectivo huelguista en cuestión algo así como que: «Vais a pasar hambre, vosotras y vuestros hijos».

Rabio por ver la exégesis progresista de la cita que publicará a su debido tiempo El País. Harán del Señor Secretario una luminaria del Pensamiento Bien, no lo duden. Tienen en nómina a gente más ingeniosa (y muchísimo más perversa) que nosotros.

Hablando de todo aquello de lo que no voy a hablar he llegado al final de mi artículo y aún no he dicho lo que quería decir:

Si los vínculos que unen a socialistas y flores tienen algún fundamento real, creo que es legítimo limitar la comparación a las flores puramente ornamentales, las que están en jarrón y no en maceta, vaya. Sobre todo por la falta de raíces y la gran abundancia de capullos. Una cosa es cierta, unas y otros utilizan el mismo lenguaje:

«No son más que funcionarios de baja categoría muertos de hambre. ¡Hablando claro: Letrados de la Administración de Justicia!»

[1] Supondremos, por suponer algo, que desde que Carmen Calvo, ínclita Constitucionalista, no está en el Ejecutivo ya no queda nadie que conozca ni medianejamente la Carta Magna…

G. García Vao