El Carlismo y el Opus Dei (II)

grandes fueron las atenciones que los dirigentes de la Universidad de Navarra y los del Opus Dei tuvieron con los carlistas

Frederick D. Wilhelmsen

Reproducimos la segunda parte del texto de Manuel de Santa Cruz titulado El Carlismo y la Universidad de Navarra, extraído del tomo correspondiente al año 1960 de sus «Apuntes y documentos para la historia del tradicionalismo español».

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Un primer beneficio de la Universidad de Navarra al Carlismo, no por indirecto menos valioso, fue realzar y prestigiar a Navarra, por haber sido elegida para su emplazamiento. Y como las gentes simples seguían relacionando en sus mentes a Navarra con el Carlismo, éste recogía por ello reflejos de prestigio y de moda. Muchos miembros del Opus Dei por toda España y aun por el mundo, se pusieron a hablar del Carlismo y de su pintoresca concentración de Montejurra, para dar a entender, según fueran sus oyentes, que el Carlismo les respaldaba, o que ellos le representaban, y cosas así, de dudosa veracidad, pero que rompían el ostracismo a que después de la gloria de la Cruzada había quedado sometido el Carlismo.

El Carlismo nutría sus filas con personas modestas, y más en zonas agrícolas como Navarra, las cuales tenían cierta sensación de inferioridad respecto de otros grupos políticos poblados de profesionales, de ricos y de personas influyentes. Fue un tónico para aquellas buenas gentes, sobre todo a nivel local, decir que esos tres famosos catedráticos citados, así como algunos universitarios, eran, como ellos, carlistas.

En una de las fases de la gestación de la Universidad fue llevado a Pamplona el cardenal Ottaviani, destacado y popular en aquellos días por su actitud antiprogresista. Alguien le explicó que la Universidad de Navarra podía ser el cerebro del Carlismo, que no tenía cerebros y sólo contaba con gente de alpargata; el Opus Dei ofrecía este complemento tan importante y los carlistas debían agradecérselo. Al cardenal le llamó la atención esta interpretación, confidencial, y empezó a repetirla como una feliz y graciosa síntesis de la situación, hasta que llegó a oídos de los carlistas, que iniciaron unas protestas airadas: una comisión le siguió hasta Madrid donde, además, alzó sus quejas, destempladas, ante las autoridades de la Comunión.

Los miramientos y atenciones que los dirigentes de la Universidad de Navarra y los del Opus Dei en general tuvieron con los carlistas, no los habían encontrado éstos en ninguna institución importante, y esto también les animaba. Un ejemplo fue la acogida a la princesa María Teresa de Borbón Parma en una de sus residencias, primero, y en sus aulas cuanto quiso, y con cierto sabor de homenaje en las segundas, como veremos en su lugar. Otro ejemplo son las cartas cruzadas entre el famoso y poderoso rector Don José María Albareda y Don Hugo, en una época en que éste se desvivía por introducirse en todas partes; bien valía un «generoso donativo» figurar en las listas del elenco de Amigos de la Universidad. Estas cartas eran poca cosa, pero ni aun ese poco podía conseguir Don Hugo de ningún rector franquista.

Pero en esto había el mismo error de valoración que en la colaboración con Franco; aquellas amabilidades y contraprestaciones no eran específicas ni exclusivas para con el Carlismo, sino casos particulares de una conducta general con todo el mundo.

Sobre todo, la Universidad de Navarra fue una gran oportunidad que el Carlismo no tuvo capacidad para aprovechar. Claro es que, no pudiendo dejar de ser el Opus Dei, en cierto modo, una correa de transmisión de lo que se pensaba en la Santa Sede, y estando muy presentes en ésta a la sazón las ideas liberales de Maritain y las de la Masonería, parecía difícil que hubiera podido llegar a ser tal Universidad una zona base ni una gran plataforma de íntima y plena colaboración con el Tradicionalismo. Pero parcialmente, sí; en mucha mayor cuantía de lo que se explotó, que fue casi nada. Esta cuestión está bien abordada, aunque fragmentariamente, por Don Alvaro d’Ors en un artículo publicado en el número de noviembre de 1962 de la revista «Montejurra», que decía así: [el autor inserta aquí un artículo de D. Álvaro d´Ors titulado Lo que el carlismo navarro puede dar al mundo].

Las desavenencias de la Universidad de Navarra con el Carlismo fueron sutiles y difíciles de objetivar pero reales e importantes. Buena parte de ellas a veces fueron omisiones de acciones ni obligatorias ni acordadas jurídicamente; pero que en un orden psicológico cabía esperar.

Entre los dos diarios locales, «El Pensamiento Navarro», carlista y con cierta resonancia en el resto de España, y el «Diario de Navarra», de la alta burguesía liberal y local, los dirigentes de la Universidad optaron decididamente por éste en vez de por el periódico carlista, más proclive a la piedad y a la ortodoxia; podían también, y no lo hicieron, haberse mantenido, al menos, equidistantes. Ni los profesores de la Universidad enviaron colaboraciones al periódico carlista, ni la administración de la misma anuncios y otras formas de ayuda. De muchos y graves males murió «El Pensamiento Navarro»; pero entre ellos, se alinean la desasistencia de la Mitra y de la Universidad de Navarra.

La principal desavenencia entre la Universidad y el Carlismo fue la propagación desde la mayoría de sus cátedras de doctrinas contrarias al mismo, impregnadas de liberalismo y de progresismo. No expuestas como confrontación ni con dolo, sino como cuestiones profesionales de la conciencia del profesor. De entre los alumnos de la Universidad no salió ningún dirigente tradicionalista, pero sí salieron no pocos al servicio de otros grupos políticos, algunos no caracterizados por su celo por la ortodoxia. El gran hueco de la política católica nacional en el postconcilio y en la «transición», no fue llenado por la Universidad de Navarra. El balance de muchos años de su funcionamiento fue decepcionante para quienes oyeron la propaganda de su época constituyente de que iba a ser un faro del pensamiento católico. No solamente no se confirmaron estas esperanzas, sino que en esta Universidad se gestaron altos y discretos estudios a favor de la libertad de cultos y del abandono de la confesionalidad del Estado. En último término, la Universidad de Navarra no fue un alcázar de la Unidad Católica de España, como algunos esperaban en sus inicios, confiados en conversaciones privadas informales contra las que no había posibilidad de reclamar.

(Continuará).

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