La subasta del cerdo y la aprendiz de Greta

Los seres irracionales sólo se mueven hacia lo que ven sus ojos, pero el ser humano es capaz de pensar y repensar

El marrano en uno de sus paseos por el pueblo. Foto: SalamancaTValdía

Hace algunos días fue noticia que Erika, una niña de 10 años, estaba movilizando «Twitter» para evitar la subasta del cerdo de San Antón en la localidad salmantina de La Alberca. Esa subasta es una tradición popular que culmina con la matanza de un cochino que, durante meses, ha caminado por las calles del pueblo con total tranquilidad, según le dicta su instinto, avisando de su cercanía con el repiqueteo de su cencerro. Todos los vecinos se encargan de alimentarlo mientras llega el día 17 de enero, fiesta de San Antón, que es cuando se celebra la subasta.

Esta aprendiz ibérica de Greta Thunberg tiene muy pocos años, lo que permite sospechar que actúa al dictado de unos padres con ansias de protagonismo, quienes a su vez serán marionetas más o menos conscientes de diversos grupos animalistas.

Erika pertenece a una generación que ha visto demasiadas películas de Disney, en las que los animales tienen rostros y caracteres casi humanos; y, probablemente, no le han explicado que «a cada cerdo le llega su San Martín», es decir, el día de su matanza. Por esta razón, no es a la pequeña a quien hay que dirigirse, sino a quienes utilizan su nombre, de un modo semejante a algunas mafias de personas, que utilizan como señuelo a niños para obtener, por ejemplo, unas monedas de los viandantes.

La petición de evitar la subasta puede alimentar varias conjeturas. ¿Acaso Erika no come jamón? ¿Por qué oponerse precisamente a la matanza de un cerdo y no de otro animal? Se echan en falta más campañas de presión de animalistas frente a la infiltración de los modos mahometanos de sacrificar corderos, vacas etc. Si en nuestro país existiera eso que llaman «periodismo de investigación» tal vez leeríamos reportajes con algún tipo de estadística sobre cuántos sacrificios ilegales estilo mahometano denuncia el partido Pacma y otras asociaciones afines, cuántas de esas denuncias se concretan en una sanción, y, más aún, cuántas de esas sanciones se cobran. Y si la investigación fuera de campanillas, nos quizá nos contarían cuántas de esas sanciones se anulan o se reducen en los tribunales.

Hablando de dinero, el de la subasta del cerdo de San Antón se destinaba antiguamente al culto, pero en la actualidad aggiornada se utiliza para fines sociales del pueblo. Quienes dirigen a Erika están intentando reunir el dinero que se piensa recaudar en la subasta para así «indultar» al cerdo; pero si no se celebra la subasta del 17 de enero, ¡ese cerdo seguirá estando igualmente destinado a la matanza! Es posible que el objetivo real sea más simple, acabar con una tradición arraigada en el pueblo.

Los que animan Erika, ¿pensarán ponerse morados a base de grillos, escarabajos y larvas de moscas, como las que se van a procesar en la macroplanta transformadora que se va a instalar en la provincia de Salamanca, a imitación de una que ya funciona en Galicia? No pretendo invadir la sección de G. García-Vao, pero Erika podría ver la película de Pinocho y sacar conclusiones al ver a Pepito Grillo, porque los grillos también sufren, ¿o creerán que no? En cambio, la gente del pueblo prefiere comer jamón, chorizo y lomo. Del cerdo, hasta los andares.

Los promotores de este tipo de iniciativas parecen actuar a la manera de unos extraños y modernos adoradores de Seth —también Basteth, Serapis y todos los dioses egipcios tendrían los suyos en esta sociedad— pretendiendo hacernos olvidar de algún modo la condición irracional de los animales, carentes de alma, frente al ser humano racional. Los seres irracionales sólo se mueven hacia lo que ven sus ojos, pero el ser humano es capaz de pensar y repensar, de elegir tras discernir. Por muchas campañas sensibleras que hagan y por muchas películas de Disney que se proyecten no sacarán verdad de la mentira, porque sólo la mente humana es diferente a los sentidos corporales y los gobierna, en cambio los animales irracionales no son capaces de resistir al instinto que gobierna sus sentidos y, por lo tanto, están en un escalón muy inferior al del hombre.

Ana Herrero, Margaritas Hispánicas

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