Joseph de Maistre, adalid del iluminismo «católico» (II)

Joseph de Maistre

Y ahora, confróntese ese pasaje con este otro extraído de sus famosas Consideraciones sobre Francia (ed. trad. 1955): «Desde hace dieciocho siglos reina [el cristianismo] sobre gran parte del mundo y especialmente sobre la parte más civilizada del globo. Pero tampoco en esa remota época perdemos de vista esta religión: ligada a su Fundador, se enlaza a otro orden de cosas, a una religión originaria que la ha precedido. La una no puede ser verdadera sin que lo sea la otra; una de ellas se jacta de prometer lo que la otra se jacta de cumplir; de forma que esta última, por un engranaje que es un hecho evidente, se remonta hasta el origen del mundo. Ella nació aquel día en que los días nacieron». No vale decir que ésta era una obra de 1796 y que luego J. de Maistre fue abandonando sus «ideas juveniles», ya que esta traducción está tomada de un original corregido por el propio Conde y entregado en 1817 al Administrador de las Bibliotecas Reales de Francia, tiempo más que suficiente para haber rectificado lo que fuera menester. Lo cierto es que el Conde continuó participando activamente en la Masonería hasta que el caos surgido a raíz de la Revolución Francesa hizo imposible la continuación de las actividades en las logias; pero sí mantuvo su correspondencia amistosa con otros «hermanos», e incluso en una Carta al Caballero De Rossi (Regente de la Secretaría de Estado del Reino sardo) de fecha tan avanzada como 1810, se queja de no poder ir a una «tenida» en una nueva logia en San Petersburgo a la que le habían invitado a asistir. ¿Tal vez porque él era un buen católico que se ajustaba a las prohibiciones canónicas de la Iglesia? En absoluto: aduce sólo como razones la de que podía disgustar al Zar, y para no alarmar o escandalizar a rusos de bien que tenían en mal concepto a la Masonería.

El colmo llega cuando, en sus escritos, el Conde trata de justificar a la Masonería como inocente del origen y desarrollo de la Revolución Francesa. Ésta es la finalidad de su Memoria a su «hermano» Vignet des Etoles, inquieto ante estas acusaciones que empezaban a lanzarse. Aparte de referirse a su antigua Logia de los Tres Morteros como «una sociedad de placer, del cual el Gobierno no tiene absolutamente nada que temer», lanzaba la peregrina idea de que, si la Masonería hubiera participado en las acciones revolucionarias, habría sido a título individual o por deformación accidental venida del exterior, nunca per se ni por virtud intrínseca de la propia Masonería tomada en su conjunto: «Es infinitamente probable que la Masonería sirvió a la Revolución, no –como pienso– como Masonería, sino como una asociación de clubes. [Es difícil saber si tal o cual logia pudo haber participado], pero creo, sin embargo, que puedo asegurarle que la masa, el cuerpo de las logias, nunca se ha sentido tentado a dar este paso que habría sido demasiado imprudente. En cuanto a los individuos, la Logia de los Siete Amigos [también de Chamberí] en especial tuvo varios muy malos. Es posible que los franceses se dirigieran a ellos, pero no veo qué tendría en común todo eso con la Masonería en general, que data de varios siglos, y que ciertamente no tiene, en su principio, nada en común con la Revolución Francesa». En los Registros antes mencionados, se pueden ver anotaciones críticas que rechazan de manera virulenta las fundadas acusaciones contra la Masonería vertidas por el P. Barruel en su famosa Historia del Jacobinismo; o la siguiente descalificación escrita en relación a unas denuncias del mismo tipo presentadas por el eudista J. F. Lefranc (mártir del Terror en 1792): «¡Nada es más digno de la risa incontrolable!». Es posible que el Conde se sorprendiera cuando Pío VII, una vez pasada la tormenta, promulgó el 15 de Agosto de 1814 un Edicto contra la Masonería para los Estados Pontificios (reproducido por el Inquisidor General español, el 2 de Enero de 1815, para la Monarquía Católica), en el que se recordaban las dos Constituciones papales (habidas hasta entonces) por las que se proscribía la pertenencia a la Masonería y se prescribía su supresión por toda potestad civil católica, recalcando también que en la última (la Providas de Benedicto XIV de 1751) se exponían «las gravísimas razones que debían mover a cualquiera Potestad de la Tierra a la misma prohibición, las que, en vista de las lamentables experiencias [recientes], es, al presente, casi superfluo recordar ni aun a los más idiotas del pueblo».

Es importante tener en cuenta las sutiles distinciones que Joseph de Maistre realizaba dentro de la categoría genérica del iluminismo, a fin de entender mejor su forma de pensar. Muchos autores toman estas distinciones como apoyo para su defensa de un supuesto Maistre genuinamente «católico», cuando en realidad nos habrán de servir más bien para confirmar aún más su heterodoxia. Para ello nos valdremos de textos de sus Obras Completas.

(Continuará)

Félix M.ª Martín Antoniano