La controversia sobre el Estado de «Israel», en el contexto de los continuos conflictos con sus países vecinos, y la solución que a este problema ofrecen las distintas sectas democráticas, basándose en el pretendido derecho a la existencia del Estado sionista, merecen ir más allá de elegir entre las diferentes mentiras que nos ofrece el sistema para que nos sintamos libres y justificados por la sola fe en la religión del hombre. La salida a esta aporía estriba en enfocar la cuestión desde un punto de vista teológico.
De parte de los defensores, en toda su amplia gama, de la existencia del Estado de «Israel», la exégesis rabínica de la Torá lo deja claro desde el primer versículo del libro del Génesis: «Pues si las naciones del mundo dicen a “Israel”: Sois asaltantes porque habéis conquistado las tierras de los siete pueblos de Canaán, los israelíes les podrán replicar: Toda la tierra es del Santo ―bendito es―; Él la creó y la entregó a quien le pareció recto a Sus ojos. Por Su voluntad la entregó a ellos, los siete pueblos cananeos, y por Su voluntad la tomó de ellos y la entregó a nosotros».
Al reconocer la supremacía del libre examen rabínico, los cristianos y paganos no solamente han entregado al despojo y al exterminio a los palestinos, sino que han firmado la rendición total ante la sinagoga aceptando cualquier disposición que provenga de las deliberaciones del sanedrín mundialista: el infanticidio como derecho humano, la superchería del cambio climático o el confinamiento por miedo a virus mesiánicos cuya existencia sólo la fe puede sostener.
No es de extrañar, pues, la completa sumisión de los liberales ante el talmudismo que dirige el Estado de «Israel», elogiando y exigiendo el derecho del Estado judío a tomar venganza sobre los malhadados habitantes de Gaza, puesto que, como fe religiosa, la democracia tiene su fundamento teológico en la Cábala, diseminada a través de directores espirituales circuncisos, bien en acto o bien por adhesión espiritual al mosaísmo cual bautismo de deseo. Esta es la solución cabalística de los sionistas más coherentes ante cualquier guerra en la que se vea implicado el ente israelí, puesto que, no en vano, hay una identificación plena de principios (léase Occidente o el lado bueno de la historia contra la barbarie).
Las resoluciones cabalísticas del gobierno mundial masónico llamado «Naciones Unidas» son la otra cara de la moneda pidiendo proporcionalidad y respeto al derecho internacional satanista, el mismo que aceptó como doctrina los mitos fundacionales del Estado de «Israel» y que se inspira en el iluminismo luciferino como luz de los gentiles, para invocar clemencia sobre los palestinos.
Esta última variante cabalística se da entre los demócratas que afean a Israel su exceso de celo en infligir el castigo a los cananeos y se debe a que, por la hermenéutica de la continuidad progresista, aquellos han de mantener algunos rasgos atávicos que permitan a su grey seguir identificándolos como primus inter pares del progresismo, vistiendo pañuelos palestinos o camisetas del Che Guevara y ladrando contra el imperialismo.
De cualquier forma, para unos u otros, aceptando la interpretación talmudista del antiguo pacto, nunca abrogado según el modernismo dispensacionalista, la interpretación de este fragmento del salmo 111 parece evidente: «A su pueblo ha mostrado el poder de sus obras, dándole la herencia de las naciones. Fieles y justas son las obras de sus manos. Sus preceptos son todos infalibles, establecidos por los siglos, para siempre, dictados con firmeza y justicia. Él ha enviado la redención a su pueblo, ha ratificado su alianza para siempre; santo y terrible es su Nombre».
Así como es evidente el castigo para los amalecitas de la franja de Gaza al leer este pasaje de I Samuel XV, 3: «Ahora ve y derrota a Amalec. Conságralo al exterminio con todo lo que posee y no lo perdones, mata a hombres y mujeres, niños y pequeños, vacas y ovejas, camellos y asnos».
Se pueden traer un sinnúmero de pasajes que, en su interpretación talmudista, condenan a los cananeos contemporáneos a la esclavitud y el exterminio a manos del «pueblo elegido». Sabiendo esto, que los demócratas buenos sigan apelando a las resoluciones cabalísticas y a la justicia del sanedrín mundial para defender a los palestinos. Mazal Tov!
José María Morcillo
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