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EL LOABLE ESPÍRITU DE REACCIÓN ANTE EL DESMEMBRAMIENTO DE LA COMUNIDAD POLÍTICA NO DEBE ECLIPSAR LO ACAECIDO

La Policía protege la sede del PSOE en Ferraz. Europa Press

El pacto entre PSOE y Junts per Catalunya, así como las reacciones ciudadanas, parecen desarrollarse como cabía esperar. Aunque ya tratamos el tema anteriormente, considero útil prolongar algunas de las reflexiones ya realizadas, conectándolas con hechos más recientes.

El loable espíritu de reacción ante el desmembramiento de la comunidad política no debe eclipsar lo acaecido. La naturaleza prudencial de participar en las manifestaciones no implica una neutralidad moral, sino que precisa un análisis detenido que persiga determinar la acción recta. Dicho análisis no puede dejar a un lado las infecciones partidistas que cada vez son más evidentes en las convocatorias. Los partidos liberales, conservadores o ultraconservadores, se camuflan tras asociaciones cuya aparente heterogeneidad casa mal con la monolítica disciplina partidista que obedecen. Todo ello unido al rédito electoral que beneficiará a quien todos intuimos.

Estos riesgos nos obligan a pivotar en torno a dos cuestiones propias del obrar humano que estimo precisas. En primer lugar, debemos considerar los medios. Es cierto que la monopolización partidista de la acción política apunta con cada vez más fuerza hacia la importancia de la prepolítica. En este punto, es lógico que la acción social se presenta como un medio legítimo. La problemática que se nos plantea es la auténtica naturaleza social de los convocantes, de la que es prudente dudar al encubrir los intereses electorales frustrados con proclamas sociales. Además, han aflorado multitud de iniciativas tan piadosas como intrigantes. Es el caso, por ejemplo, de los que pretenden emplear medios de devoción ante el problema político, olvidando que el fin cualifica los medios; o sea, un fin político precisa de medios políticos, siendo imprudente pensar, por ejemplo, que se puede superar un examen rezando y no estudiando. No con ello, es lógico, rechazo los medios religiosos, sino que advierto del riesgo de pretender que la gracia subsane lo que por naturaleza hemos abandonado.

Por otro lado, hemos de considerar el fin. Las concentraciones, en este punto, se dividen en dos grupos. Por un lado, las que afirman fanáticamente la defensa del constitucionalismo, a las que se suman con fruición PP y VOX, pretendiendo que la causa del problema sea su solución. Por otro lado, encontramos una magmática mezcolanza de grupos menores que, si plantean alguna crítica más profunda, lo hacen desde prismas que no percibo ajenos a la modernidad, tales como la defensa de la Nación o la soberanía nacional, fórmulas nacidas al calor de las revoluciones liberales decimonónicas bajo las cuales se perpetraron los avances revolucionarios. Que encontremos en dichos grupos símbolos propios del tradicionalismo hispánico contribuye más a la confusión generalizada que a una recta comprensión de su significado, como es lógico.

El avance de estas concentraciones me ha suscitado la necesidad de aclarar algunas de estas cuestiones. Es importante subrayar que no descarto en mi análisis la posible existencia de convocatorias menores, normalmente vinculadas a ámbitos municipales o incluso más reducidos, con una sana matriz que nos permita una acción acertada. Convendría no olvidar, a modo de conclusión, el consejo evangélico, no sea que por prescindir de cautela acabemos perdiendo la prudencia que se pretende.

Miguel Quesada/Círculo Hispalense

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