Las cinco quiebras de la Cristiandad medieval

SE PRODUCE DE MODO TOTAL LA RUPTURA CON EL ORDEN JERÁRQUICO Y ARMÓNICO DE AUTORIDADES QUE EXISTÍA EN LA CRISTIANDAD

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Un asunto que conviene revisar de vez en cuando es el del nacimiento de Europa, del mundo moderno y revolucionario. Que, como una hiena, se levanta sobre los despojos de la Cristiandad medieval, frente a los principios de la civilización católica.

Elías de Tejada lo tematiza en cinco quiebras. La primera ruptura, religiosa, sería la del luteranismo. Más allá de los avatares heréticos, con la noción de libre examen Lutero introduce ya el mecanicismo formal subjetivista que caracterizará la modernidad; aunque él lo recorta a escala individual, otros lo ensancharán a la escala estatal. En lo social, que haya tantas verdades como creyentes conducirá a la coexistencia siempre mal equilibrada de las creencias, que andando el tiempo serían sustituidas por ideologías.

Señalada en Maquiavelo, se extiende una ruptura ética y moral que en realidad es una tentación antigua, pero se presenta con innovaciones a tener en cuenta. Por ejemplo, la corrupción de la virtud: virtú se identificará ya crudamente con la fuerza de la voluntad para imponerse.

En Maquiavelo y su influencia también encontramos una paganización peculiar. Esa virtú del hombre moderno se traduce en un autodominio, o más bien en un racionamiento de los propios impulsos y apetitos. A través de ello, se lograría un cierto control sobre la Fortuna de los acontecimientos. La Fortuna sustituye a la Providencia y a las causas materiales, pues será ya simple juego mecánico de fuerzas. El universo, sobre todo el social, es una máquina con teclas que pulsar en nuestro provecho.

La tercera ruptura, política, podemos señalarla en Bodino y su influjo. Con él se introduce el mecanicismo también en la política, puesto que define una obediencia neutra y total del súbdito como un hecho necesario para el poder soberano. Es decir, no ya identifica el seguimiento como algo implícito en el mando político, sino que define una inercia en los miembros de la comunidad de forma casi newtoniana: es una necesidad física como la gravedad que acompaña a la masa.

Con Groccio y Hobbes sobreviene la cuarta ruptura, jurídica. Aquí se introduce, también al modo geométrico, la hipótesis absurda del estado de naturaleza. En ella, el hombre es constitutivamente individual y asocial, y la sociedad es un artefacto creado por una constitución; nace así el contractualismo. El derecho se convertirá en un sistema mecánico y total de dominio, lo que se llama el Leviatán o Estado. Se niega que exista un bien objetivo, aún menos un bien común. El bien será dictado por la ley absoluta del Estado, concebido ante todo como su máximo provecho.

Finalmente, está la quinta quiebra, sociológica o histórica, identificada con la paz de Westfalia (1648), a partir de cuando se empieza a desplegar todo este orden de cosas en Europa y Norteamérica. Con ésta se introduce el mecanicismo igualmente en la esfera internacional; los países son ahora como esferas que chocan, aprovechando la expresión afortunada de un autor innombrable.

Se produce de modo total la ruptura con el orden jerárquico y armónico de autoridades que existía en la Cristiandad. Es lógico, puesto que acaba también la pertenencia común entre sí que de algún modo tenían todos los reinos, mientras compartían la fe y la sangre en los parentescos regios.

En cambio, el nuevo régimen establece relaciones internacionales polémicas, donde impera el comercio y la negociación económicas crasas. Esa es la motivación esencial de la guerra y de la alianza. En definitiva, se acaba asentando como modelo imperante un Estado incipiente. Estado, que no es la institución del gobierno, y que no es la comunidad política con su articulación natural; con Tocqueville, la cosa es nueva.

Roberto Moreno, Círculo Antonio Molle Lazo de Madrid

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