El gijonés Leoncio González de Granda (1852-1913), gloria militar y periodística de Asturias

Reproducimos para los lectores de La Esperanza un interesante escrito del boletín tradicionalista asturiano Las Libertades, el cual matiza ciertos aspectos de la justa vindicación del carlista asturiano que llevó a cabo el diario regional El Comercio.

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El pasado día de Nochebuena, en la sección «Viejo Gijón» del diario El Comercio, Arantza Margolles se ocupaba de Leoncio González de Granda (Gijón, 1852 – Madrid, 1913) con un artículo titulado «Un gijonés, preso político» a propósito de una detención arbitraria que sufrió en 1898 de la que entonces dio noticia el periódico gijonés, que se refería al destacado periodista y militar carlista en términos favorables.

El mismo día 24 de diciembre LAS LIBERTADES se hizo eco del recuerdo en Twitter y en Facebook y prometió volver sobre él después de Navidad. Y eso hacemos, pues las Navidades terminan en poco más de una semana, el próximo 2 de febrero, fiesta de la Candelaria.

El artículo de Arantza Margolles, ligero y breve como corresponde a la sección de efemérides «Viejo Gijón», es sustancialmente correcto. Contiene un par de inexactitudes que pasamos a glosar.

Dice de don Leoncio que era «de ideología carlista». En realidad el carlismo no es una ideología, sino una lealtad. Es decir, no es una concepción artificial del mundo, creada por uno o varios pensadores, que intenta imponerse, sino el reconocimiento de una realidad que se defiende y de una legitimidad a la que se presta acatamiento.

Quizás quede un poco confusa la firme y decidida militancia carlista que caracterizó a don Leoncio hasta el final de sus días. El Correo Español, periódico en el que trabajaba, era un diario carlista. (Nada que ver con El Correo Español falangista creado en Bilbao en 1937 y que actualmente, reducido a El Correo en este «Estado de las autonomías», es el propietario de El Comercio).

El Carlos de Borbón al que Leoncio González de Granda sirvió no fue «el séptimo de los pretendientes carlistas» como escribe Arantza Margolles, sino el cuarto. Dejando aparte que los llamados reyes carlistas —reyes legítimos de España, en realidad— no son «pretendientes», sino en todo caso reclamantes, Don Carlos VII era el séptimo en el ordinal de los reyes de Castilla (que los reyes de las Españas usan por defecto) y en el de Aragón. El primero de los reclamantes carlistas fue su abuelo Don Carlos V, sucedido por Carlos VI y Juan III (tío y padre de Carlos VII, respectivamente). Así que lo dicho: don Leoncio sirvió al cuarto de ellos. Quien, por cierto, distinguió al gijonés con su amistad y con su máxima confianza, y llegó a ascenderlo a general de brigada con fecha 6 de enero de 1900, día de Reyes y fiesta de la Monarquía Tradicional.

Arantza Margolles termina su artículo con la frase «todo revolucionario merece una última batalla en la que luchar». Animada, sin duda, por los mejores sentimientos. Pero don Leoncio González de Granda no era un revolucionario, sino un contrarrevolucionario. No buscaba subvertir el orden, sino restaurarlo contra la subversión imperante (entonces y ahora). En cita famosa, la Contrarrevolución no es «la Revolución contra», sino lo contrario de la Revolución.

Estos días anda el Ayuntamiento de Gijón otra vez hablando de cambios de nombres en el callejero. No estaría mal que retiraran alguno de los indignos que deshonran calles de la villa de Jovellanos y se le diera en su lugar a Leoncio González de Granda.

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