Para muchas familias mexicanas, el día de la Candelaria es una fecha significativa, ya que se asiste a la Santa Misa donde se bendicen las velas, agua y las imágenes del Niñito Dios que muchas personas llevan piadosamente a la iglesia y que, al siguiente año, durante la Navidad estarán en sus nacimientos o pesebres, y/o en sus altarcitos. Casi todas las familias después de esta celebración se van a casa a levantar al Niño Dios de los nacimientos o belenes para después quitar este último. Es así como en la ceremonia de levantar al Niño Dios, ya se nombró con anticipación a la madrina o padrino de la imagen. Los padrinos le llevan ropita nueva para cambiarlo, además se reza el rosario, y se adora al Niño Dios pasando todos a besarlo. Aún se cantan algunos villancicos navideños a pesar de ser inicios de febrero. Posteriormente, las familias preparan la cena con los ricos tamales hechos o comprados por los que fueron afortunados el día de Reyes obteniendo en su pedazo de rosca, al pequeño Niño Jesús de plástico. No es algo obligado, pero generalmente ellos se encargan de proveer los tamales que pueden ser de carne de pollo o cerdo, con salsas roja o verde y tamales de picadillo, con sus verduritas picadas, como zanahoria y chícharo. Además de los tamales de dulce que suelen ser de fresa con pasitas o de sabor piña, la bebida preferida para ese día será el atole, que está hecho en base a maicena o masa de maíz y puede hacerse de sabor guayaba, fresa, piña, vainilla, etc. y hasta el típico champurrado que se hace con chocolate mexicano de tablilla.
Hay que tener presente que todas estas celebraciones que los mexicanos en broma llamamos puente «Guadalupe Reyes» y que se prolongan en el tiempo llegando hasta el 2 de febrero son motivo, de entrada, como recordatorio de una gran fiesta litúrgica, además son motivo de hermosa convivencia y por lo tanto ayudan a la unidad familiar dando como resultado el encuentro y la expansión de las familias, algo tan propio de México, país festivo, a pesar de nuestras circunstancias actuales tan lamentables. Estas encantadoras y populares celebraciones tienen su origen en las fiestas litúrgicas, como se dijo, y en la catequesis de nuestros primeros misioneros franciscanos, muchos de ellos españoles, que como buenos padres conocían la alegría festiva de esos pueblos ya evangelizados, (muy particularmente tenemos el caso puntual de las posadas) ¡Cómo debemos agradecerles a ellos esa especie de piedad y expansión popular que existe en nuestro pueblo! No permitamos que, conforme avanza el indiferentismo en el México contemporáneo, estas tradiciones se pierdan. Participemos. Transmitámoslas y ¡oremos por México!
¡Santa María de Guadalupe, capitana de la evangelización de la Nueva España, después México salva nuestra patria y conserva nuestra fe!
Teresita del Niño Jesús Trujillo de Magaña, Círculo de Lectura «Tradición»
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