«¿Qué hace el escudo de España en la portada principal de la catedral de Puebla?».
Vecinos y visitantes de la Angelópolis se habrán formulado esta pregunta cada vez que levanta la mirada ante la portada principal de la catedral, símbolo de la ciudad. Penosamente los guías de turistas no dan una respuesta satisfactoria. Aquellos más letrados darán un repaso por la leyenda negra remarcando lo perversos que eran los españoles que se llevaron todo el oro. Sirva esta serie de artículos para dar una respuesta clara a aquellos que gustan de descifrar los símbolos.
«Hablando en cristiano se entiende la gente» dijo el comediante Mario Moreno, Cantinflas. Empecemos aclarando lo que representa el escudo y posteriormente trataremos su función en el edificio.
El escudo que corona la «yglesia angelopolitana» es el emblema del Reino de Castilla, uno de los tantos reinos que conformaban la monarquía hispánica. Se distinguen dos castillos (Castilla), dos leones (León), una granada (Granada) todo rodeado por el Toisón de Oro y rematado por una corona imperial. Fue colocado en 1664 durante el reinado de don Felipe IV y labrado en cantera blanca que lo hace resaltar aún más en contraste con los muros grises que recubren las fachadas.
En el Antiguo Régimen, en la Monarquía Católica, el altar y el trono van de la mano, como se puede estudiar a profundidad en la abundante biblioteca de nuestros autores de cabecera.
En contexto: La empresa evangelizadora comenzada por la venerable Isabel de Castilla «la Católica» daba miles de almas a Cristo y miles de trámites a las oficinas papales. Para agilizar el desarrollo de la Iglesia en los reinos ultramarinos los Pontífices concedieron el llamado «Regio Patronato Indiano» que entre muchos beneficios concedió al Rey la autoridad para construir catedrales en el Nuevo Mundo. La construcción de las catedrales dependía del rey y eran en principio costeadas por el Tesoro Real que asignaba una cantidad del «quinto real» para iniciar los trabajos. La edificación de una catedral era una empresa del Rey.
Pasemos al segundo punto: si la catedral es una obra del Rey, es más que justo que algo en el mismo edificio lo anuncie y lo perpetúe. El emblema real en un edificio público no significa que es propiedad del rey sino que el rey lo edifica para beneficio de todos. Los vecinos de la ciudad entendían que ese escudo les daba protección y que el edificio era un vínculo entre los súbditos y el gobernante. El monumento es además la realización de una alianza entre todos los estratos políticos. La catedral pertenecía a todos, por esto mismo la decoración de las capillas corría por cuenta de los gremios, los altares dependían del cabildo eclediástico y las donaciones artísticas podían provenir de cualquier parte de la diócesis como era el caso frecuente con las campanas. El escudo del rey está en la catedral porque el rey la donó para beneficio de sus vasallos.
Pasaron ya más de tres centurias y este orgulloso símbolo sigue coronando la catedral angelopolitana. Es un pétreo memento que grita al poblano que recuerde quién le trajo la verdadera fe, quién le dejó una monumental catedral y parafraseando la liturgia del viernes santo «¡Puebla, Puebla, vuélvete al Señor tu Dios – y a tu monarca legítimo don Sixto Enrique de Borbón!» A los carlistas poblanos también nos habla diciéndonos que ese escudo sobre la portada representa lo mismo que la boina sobre nuestras cabezas: que nos debemos a una causa, la del reinado de Cristo; y a un señor, el Rey legítimo.
Otros símbolos monárquicos que siguen presentes en la catedral serán tratados en los próximos artículos.
Ángel D. Reyes Rosas, Círculo Tradicionalista de Nuestra Señora de los Remedios.
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