La economía en España: situación límite

SE ACABÓ EL MANÁ. TOCA TRABAJAR, AHORRAR Y RENUNCIAR SI SE QUIERE VIVIR LA VIDA PROPIA DE UN ADULTO

Europa Press

Hace unos días leíamos en la prensa económica que España ha multiplicado por cuatro su deuda pública desde la crisis financiera de 2008. Lo cual viene a poner de manifiesto que, en realidad, nunca se salió de aquella crisis. Y que nunca se saldrá. La evolución de la deuda pública ya no es cíclica, en paralelo a los ciclos económicos; la razón es que los ciclos económicos, entendidos como sucesión de periodos generalizados de crecimiento con otros de estancamiento o recesión, ya no existen. Los «ciclos» de ahora únicamente se distinguen por la velocidad del deterioro de la economía, por más que las macro-cifras hablen de mayor o menor crecimiento del PIB.

El «ir a más» de la economía española, que se inició a principios de los años 60 del siglo pasado, puede considerarse que se frenó definitivamente a partir de la crisis de 1987. A partir de ahí, cualquier crecimiento generalizado de la economía fue totalmente artificial, es decir, a base de endeudamiento. El «España va bien» de Aznar no fue más que la definitiva liquidación de los activos nacionales, y la consolidación de las políticas económicas neoliberales iniciadas por el Partido Socialista. De ahí al desenfreno posterior a la depresión de 2001, y, al fin de la economía española.

Así, en el periodo 2008-2023, la riqueza por habitante ha crecido un pírrico 3,8%, mientras el gasto en inversión pública descontando los intereses lo ha hecho un 24,6% en el mismo periodo. La contrapartida de esto es la constante subida de impuestos, primer efecto colateral de la crisis financiera.  La tendencia, lejos de frenarse, se ha acentuado. España fue el país de la OCDE que más incrementó los impuestos: la friolera de un 50% en cuatro años, según informes recientes de un llamado «think tank».

España se ve con un sector agrícola reducido voluntariamente a la insignificancia, que pronto quedará recluido en las fotografías, los recuerdos y los museos; un sector industrial desmantelado por el neoliberalismo; y un sector servicios centrado en el negocio temporero y la construcción inmobiliaria, destinada a satisfacer el ánimo consumidor e inversor de los extranjeros (recordemos que cada año se venden 700.000 viviendas a no residentes en España).

Debemos hacernos cargo, de una vez por todas, de que la economía española está en una situación límite, casi de guerra, donde nadie puede esperar pagar un alquiler con un sueldo fruto del trabajo de cuarenta horas semanales. Tal como a nuestros abuelos les tocó trabajar a destajo para comer, a esta generación (la peor preparada para el esfuerzo) le va a tocar lo mismo. Pero con una diferencia: estos últimos pueden gozar todavía de pequeñas herencias fruto del trabajo de sus padres, formada en épocas en las que aún se podía aspirar a ser propietario de un piso en un barrio urbano y hasta de un apartamento en la playa. Una vez consumido esto, viene la nada.

Se acabó el maná. Toca trabajar, ahorrar y renunciar si se quiere vivir la vida propia de un adulto. La alternativa es el opio del Metaverso, los cubículos y la harina de grillo, es decir, la economía de quienes se negaron a criar callos para salir adelante porque creían que tenían derecho a todo.

Gonzalo J. Cabrera, Círculo Cultural Alberto Ruiz de Galarreta (Valencia).

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