Ceuta: ¿soberanía del pueblo?

Numerosos marroquíes abren huecos tratando de derribar la falla fronteriza con España. EFE, M. Siali

Telmo Aldaz de la Quadra-Salcedo es un querido amigo al frente de una organización antipática. Y equivocada. Y ese ambiente de confusión parece que le ha arrastrado a él. En su mensaje, desenfadado, con ocasión del conato de invasión de Ceuta por parte de población marroquí, ha hecho varias e imprecisas alusiones a la soberanía, pero en concreto una inquietante al «pueblo soberano», uno de los dogmas del liberalismo decimonónico. La soberanía, desde que la acuñara Bodino en el siglo XVI, ha conocido una evolución respecto del sujeto al que se atribuye: el príncipe, la nación, el pueblo, el Estado y hasta el individuo. Pero ha permanecido idéntica en su sustancia. Y en ningún caso puede aproximarse al pensamiento tradicional. No se trata de acumular citas, pero Elías de Tejada, Vallet de Goytisolo o Álvaro d’Ors son concordes en el rechazo de la soberanía como categoría revolucionaria.

Algún bienintencionado ha salido al quite con la doctrina de Mella de las dos soberanías, la política y la social, de modo que la expresión encajaría en la segunda. ¿Asunto resuelto? Pero Mella define la soberanía social como «la jerarquía de personas colectivas, de poderes organizados, de clases, que suben desde la familia hasta la soberanía que llamo política, concretada en el Estado, al que deben auxiliar pero también contener». En otras palabras, la soberanía social precisa de la sociedad orgánica y, concretamente, de la representación corporativa para ejercer el poder. Que hoy no existen, pues han sido destruidas precisamente en nombre de la soberanía del pueblo. Por eso el término utilizado, por muchos esfuerzos que se hagan, sigue sin casar con la concepción tradicional y resulta gravemente inoportuno.

Asumir un lenguaje similar al de otros grupos liberal-conservadores (aunque los tilden de extremados o extremosos) es profundamente equivocado e inquietante, pues relega al Carlismo al ámbito sentimental u ornamental, mientras en el plano político es sustituido por esos partidos que también recurren —pero de modo coherente—a la soberanía española como defensa de las invasiones marroquíes.

La Esperanza