Don Francisco Elías de Tejada publicó en 1950 un artículo en el que elogiaba dos trabajos escritos por el profesor Guillermo Francovich, un prolífico autor boliviano con amplios análisis filosóficos. Uno de ellos versa precisamente sobre este tema, y titula La filosofía en Bolivia.
Este libro, publicado en 1945, constituye una fuente exquisita de referencias para quien desee profundizar en las distintas ramas del pensamiento en los intelectuales que publicaron y enseñaron dentro del Alto Perú. Con justicia, Francovich recoge datos desde la época virreinal, pasando por el declive republicano del liberalismo y el positivismo, hasta el panorama existencialista de inicios del siglo XX.
No se puede decir que Francovich sea un ensayista ortodoxo, ya que su eclecticismo lo lleva a mirar con buenos ojos el «progreso» que en ocasiones parecen traer a su país algunos como el positivista Benjamín Fernández. Sin embargo, es precisamente ese eclecticismo el que hace que se le escapen de vez en cuando elogios a la valentía de personajes como Monseñor Taborga, quien llevó a cabo un férreo combate intelectual contra los enemigos de la Iglesia.
El libro detalla los rasgos fundamentales en el pensamiento filosófico de diversos personajes que, sin ser exactamente altoperuanos, aportaron a este país con su debida contribución. Gaspar de Villarroel, José de Aguilar, Juan José de Segovia, Victoriano de Villalva, Benito Feijoó y Juan José del Patrocinio son algunos de los nombres interesantes que pasan por su análisis de la época virreinal.
A continuación, el libro presenta a los heterodoxos que impulsaban el iluminismo antes y durante la Guerra de Secesión Hispanoamericana: Monteagudo, Zudáñez, Álvarez y Rodríguez de Quiroga. Después, repasa la influencia de corrientes europeas en traducciones publicadas en Bolivia, como Destutt de Tracy, la filosofía escocesa, el eclecticismo, Ahrens y las ideas de Lammenais.
Finalmente, Francovich explica la polémica producida entre los positivistas y defensores de la Iglesia, la producción bibliográfica de los seguidores del evolucionista Herbert Spencer, la mística de la tierra influida por Oswald Spengler y los primeros pininos del marxismo, ideología cuyos tentáculos llegaron al país mediante el peruano Mariátegui y el argentino José Ingenieros.
Es un libro muy interesante como punto de partida para analizar qué había de verdad y de error en el pensamiento filosófico boliviano. Elías de Tejada lanza un juicio tajante al respecto: «Lo que sucede es que la minoría civilizadora que España envió al Alto Perú, con todos los defectos de los apetitos de la ambición humana y con todas las taras de las circunstancias del instante, por su superior fibra espiritual e intelectual acuñó los moldes en donde a principios del siglo XIX se forjó la patria boliviana.»
Aarón Mariscal, Círculo Tradicionalista San Juan Bautista.