Dialéctica revolucionaria: la hipocresía como sustento

Imagen del programa «Equipo de investigación»

He presenciado con perplejidad, no fundada en la sorpresa sino en los límites de la estulticia, cómo el programa Equipo de investigación ha sufrido críticas fundadas en haber dado voz a grupos de extrema derecha. No seré yo quien defienda al fascismo, al nazismo o a toda la corte facha que combina de modo grotesco la delincuencia con el izquierdismo nacionalista. Ahora bien, el hecho previamente mencionado merece una explicación.

Que exista en la sociedad un sector que se escandaliza de que un medio muestre la presencia de la extrema derecha es irrisorio, o mejor dicho, es hipócrita. El mismo sistema que los críticos dicen defender de la extrema derecha necesita esos fantasmas para su subsistencia. Digo fantasmas dado que el fenómeno de la extrema derecha fascista o nazi es absolutamente minoritario y sus representantes no merecen réplica racional dado que ellos mismos son suficiente como para frustrar toda atracción en las ideas que pregonan.

Sin embargo, estos fantasmas ideológicos azuzan el avispero partidista, nutriendo a grupos progresistas de indignación traducida en voto, y a moderados conservadores que, nutridos de públicas tomas de distancia, también experimentan sus incrementos electorales. El sistema revolucionario precisa de la tenaza del avance y la consolidación, del progresismo y del conservadurismo. Es por ello que la muestra de espectros fascistas se calcula cuidadosamente, a mi juicio, para consolidar tanto la indignación del progresismo, como la respuesta conservadora. Así, generado el enfrentamiento, ambas facciones verán incrementadas sus masas, garantizándose su hueco en el sistema de poder democrático.

Si la democracia liberal es el triunfo del relativismo, éste obtiene la victoria por la tensión nacida entre la división que introduce en la sociedad, siendo los llamados extremismos, la coartada de enfrentamientos entre los miembros de la sociedad que creen ingenuamente que el enemigo avanza cuando con sus reacciones iracundas e irracionales, consolidan al verdadero opositor, aquel que se opone al bien común por medio de la división y el engaño tendente al enfrentamiento.

Miguel Quesada, Círculo Hispalense