En febrero el Consejo de Ministros espera con los brazos abiertos el anteproyecto de la Ley de Movilidad presentado por la Ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, que recogerá el último modelo de pago por usar las autovías en una primera fase. En un desarrollo posterior, está previsto que también se extienda este modelo de pago a las carreteras secundarias.
Como todo incremento impositivo que desangra al contribuyente, la argumentación oficial alude a sus efectos favorables sobre el medio ambiente, que se verían reforzados por el fomento del uso del transporte público descarbonizado. Esta normativa se traducirá en sepultar el vehículo privado bajo un nuevo impuesto, devengado por el mero hecho de pisar el alquitrán de la autovía.
El automóvil es la vaca lechera de todas las instituciones: el Impuesto sobre Vehículos de Tracción Mecánica, el IVA, Impuesto Especial de Hidrocarburos, Impuesto de Matriculación, Impuesto de Transmisiones Patrimoniales, Impuesto sobre las Primas de Seguros, Inspecciones de ITV, Impuesto sobre el Patrimonio; y no se olviden de sumar las multas de las que también es susceptible.
Pero este nuevo cobro por algo que el contribuyente ya pagó anteriormente, en palabras de la Ministra, «es la materialización imprescindible de una estrategia que consagra el derecho a una movilidad más sostenible y respetuosa con el medioambiente y la salud de las personas».
Y cual tira cómica llena de ironía, al certificado covid en el bolsillo tendremos que sumar una «viñeta» (o pegatina) en el coche, a añadir a la de la ITV y al distintivo ambiental. La nueva «viñeta» nos indicará que hemos pagado lo estipulado. Nos dará derecho, no a arrancar (que para ello ya existen otros impuestos), sino a circular por la autovía; porque según la llamada «Unión Europea», es bochornoso circular sin la mano de Estado vaciándonos la cartera.
Para que la sensación de opresión no sea visible, el control se realizará con cámaras colocadas a lo largo de la vía, alternándose con las de la DGT, captando la matrícula de los vehículos y verificando que nuestros bolsillos se han vaciado de manera efectiva.
Otra opción, barajada por el Gobierno, es el de la criminalización por tener que viajar: el pago por kilómetro recorrido. En este modelo, unos arcos colocados en el recorrido irán cobrando al conductor.
Para las diferentes administraciones, nuestro vehículo, que ya se ha convertido en una cornucopia de euros, sigue necesitando reiniciar otro nuevo ciclo de sangrado impositivo. Así, a aquellos ciudadanos, que no puedan (o no quieran) renovar su vehículo, se les exigirá pagar más, por ser considerados más contaminantes. Y vuelta a empezar: Impuesto sobre Vehículos de Tracción Mecánica, el IVA, Impuesto Especial de Hidrocarburos… y no podrá dejar de circular, ni de pagar.
Roberto Gómez Bastida – Círculo Tradicionalista de Baeza