Domingo Tejera de Quesada

Del archivo de la Familia Tejera

El 11 de junio de 1944 falleció en Sevilla el ilustre periodista, historiador y político carlista Domingo Tejera de Quesada, nacido en 1881. Así lo recordaba don Manuel Fal Conde en las páginas de EL PENSAMIENTO NAVARRO (19/12/1969):

«[…]  Modelo de vocación periodística

Canario de naturaleza, don Domingo Tejera y de Quesada, ya desde niño se formó en la enseñanza y virtudes del paladín de la verdad política [don José Roca y Ponsa], y cuando en futuras oposiciones apareció el doctor Roca y Ponsa en Sevilla, magistral de su catedral, Tejera, ya periodista y ya diestro en las luchas políticas –primero en Madrid, en el redoble de tambor que fue el maurismo–, vino a Sevilla con puesto en la prensa local. Era muy devoto del santo magistral, y bien pronto acredita su pluma en la defensa de todas las causas justas, el valimiento de los débiles y la enemiga contra el caciquismo.

La dirección del diario “La Unión”, dio a Tejera el puesto en el que había de destacarse como uno de los primeros periodistas tradicionalistas de España.

Juan José Peña Ibáñez había de decir en “Misión”: “Tejera fue un modelo de vocación… un arrebato de vocación… vocación apasionada. En los años de la República no hubo en el periodismo español paladín como Domingo Tejera”.

Cincuenta y tres veces procesado

Era su prosa diáfana y clara, fácil al humorismo o las finas ironías, eficaces en su poderosa dialéctica. Era su integridad profesional inasequible a la adulación o al soborno. Era su viril temperamento sensible a las más nobles reacciones. Y era su valor indomable. Habíamos de verle impávido en los mítines o manifestaciones tradicionalistas de “Sevilla la roja”, ante atropellos, agresiones, disparos. Habíamos de admirarnos de su entereza de voluntad sacando “La Unión” en plena huelga revolucionaria. Habíamos de verle en la Cruzada de cronista, y más que de simple cronista, de eficaz cooperador, en el Tercio de Requetés de la Virgen de los Reyes, donde recibió una herida. Pero más que ese valor, con serlo grande y sereno, era impresionante su valor cívico. Padre de una numerosa familia –ejemplarísima, que había de dar a Dios cuatro hijos religiosos– y sin otros haberes que los de su siempre mal retribuida profesión –sacerdocio con pobreza en su concepción espiritual–, afrontaba la responsabilidad de la lucha contra la tiranía con tal denuedo, con tal heroico alarde de valor personal que en los cortos años de la República fue procesado cincuenta y tres veces por desacato al régimen. Un ilustre abogado sevillano muy afín a nosotros, y amigo personal de Tejera y mío, Valpuesta, y yo, llevábamos la defensa del “record-man” de causas penales por delito político. Cincuenta y tres.

Yo, que sólo cinco veces estuve procesado por la República, sé muy bien cuánta molestia, cuánto impedimento para la vida ocasiona ese comparecer y declarar, poner fianzas y gozar de libertad sólo provisional.

Sevilla lo hizo diputado

En un artículo necrológico a honra del santo magistral Roca y Ponsa, fallecido en Canarias –de él podremos declarar cosas muy hermosas–, decía Tejera que cuando compareció la primera vez ante los tribunales en causa por sus artículos contra el régimen, el insigne teólogo le escribió “satisfecho de que siguiera sus huellas” –porque el doctor Roca había estado procesado en Las Palmas en causa que levantó gran admiración a su persona–. Y termina don Domingo así: “Y tanto que le obedecimos, que al irse al diablo aquel régimen, los sumarios, para honor nuestro, alcanzaban la cifra de 53”.

El noble gesto sevillano de presentarlo, y la victoria de sacarlo diputado en las elecciones de 1933, alivió su situación y cortó la cuenta, porque la inmunidad le amparó en sus siguientes, inalterables campañas.

La amnistía, después, le libró de Dios sabe cuántas condenas.

Los diarios de la Comunión en Andalucía

No era menor su enemiga a la Monarquía liberal, a los partidos políticos de entonces y al abuso de autoridad. Ni flaca su convicción de la necesidad de sustituir la irritante farsa de los mismos por las auténticas representaciones sociales que constituyen el nervio vital del Tradicionalismo.

En méritos a su gran formación y sólida cultura, el Rey le nombró consejero del Consejo de Cultura Tradicionalista, creado en junio de 1934, en el que el primero de sus dieciocho miembros era el doctor Roca y Ponsa.

Con su colaboración eficacísima y alientos, la Comunión, que en prensa estaba a cero en 1931, pudo tener al producirse el Alzamiento, o sea, en cinco años, los siguientes diarios:

En Sevilla, “La Unión”, dirigida por Tejera.

En Jaén, “El Eco de Jaén”, dirigido por Melchor Ferrer.

En Jerez, el “Diario de Jerez”, dirigido por Jesús Fuentes, y con intervención del mismo Tejera.

En Almería, “La Independencia”, dirigido por don Fructuoso Pérez, luego mártir en la Cruzada, que está comprendido en expediente de beatificación de buen augurio.

En Granada acabábamos de adquirir “El Noticiero Granadino”, y en Huelva, “El Diario de Huelva”.

Seis diarios, amén de la orientación carlista que seguían “La Información” de Cádiz y “El Defensor” de Córdoba. Eso aparte de algunos semanarios que como “El Observador” era un luchador de vanguardia, vendido en las calles por nuestros requetés frente al “Sin Dios, órgano de la liga atea”, que pregonaban los comunistas.

¿Qué fue de toda esa importantísima cadena de prensa?

“La Unión”, suspendida gubernativamente

La unificación nos privó de toda nuestra prensa en toda España. Salvo raras y muy oprimidas excepciones. Una de ellas fue “La Unión”, que pudo algún tiempo seguir defendiendo en lo posible nuestros ideales. Parece increíble: los ideales sellados hacía nada de tiempo con tanta sangre. Hasta que también le llegó la hora inexorable, y “La Unión” fue gubernativamente suspendida de modo definitivo.

Su personal, cajistas, linotipistas y redactores, y el propio director, quedaron automáticamente despedidos y a la ventura de Dios, con sus mujeres y sus hijos. Se les prometió un despido laboral. No se les dio.

“Pido a Dios un poco menos de lo necesario”

Pero Tejera era de un temple heroico como jamás se conoció igual. Recordemos que, con su vena humorística incesante y con su gracia peculiar, solía decir: “yo pido a Dios en el padrenuestro que me dé un poco menos de lo necesario. Un poco menos. Para seguir estando pendiente de su merced y su Providencia”.

¿Y qué milagro de la Providencia no habrá sido el que ha realizado su abnegada mujer?

Tejera, en prisión

No fue sólo la cesantía. Tuvo también el invicto paladín de la verdad que padecer una prisión. El ex diputado tradicionalista, el adalid de la España Tradicional, el periodista modelo, fue por orden gubernativa a la cárcel de Sevilla. Nos produjo inmensa tristeza.

Pero cuando obtuvo la libertad nos decía: “He estado en la cárcel dos meses injustos. Digo injustos porque han sido 59 días, que les ha faltado uno para los dos meses justos…”.

Una anécdota cierra esta semblanza de entrañable recordación. Nunca se resignó a la imposición de signos, saludos, himnos de importación extraña, y expresivos de un ideario que él no compartía. Nos congratulábamos a veces de haber pasado los años críticos sin haber tenido que saludar nunca con el brazo en alto.

Una tarde, pasaba Tejera por la plaza del Duque, y en el cuartel inmediato, el de Infantería, formada la guardia, el cornetín tocó la oración. La gente, todos los transeúntes, se pararon, y en posición de firmes hacían el saludo romano. Don Domingo, parado, se descubrió. Un “patriota” próximo le dijo: “¡Salude!”. Él contestó tranquilo: “¡Cállese!”. Se repitieron las consignas: “¡Salude!” y “¡Cállese!”.

Y al terminar el toque de la oración, el fervoroso falangista empezó a decir: “Le decía a usted…”, cuando don Domingo se le anticipó: “Le decía que se callara, porque estaba rezando la oración”.

“Es verdad”, asintió el otro.

¡Cuán poderosa es la dialéctica de la gracia!…».

Juan Pablo Timaná, Círculo Tradicionalista Gaspar de Rodas