Errores doctrinales de la falange boliviana (III)

Óscar Únzaga reunido con sus falangistas. Web oficial Únzaga

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La propuesta falangista era constituir un «Estado de Derecho Integral y Revolucionario» según señala el libro Hacia la revolución integral. Con «Estado de Derecho» ya notamos una gran falencia, pues como decía el profesor Miguel Ayuso acerca de ese concepto: «Si el Estado está limitado por la ley, pero no hay ley que no pueda ser modificada siempre que se observen las formalidades prevenidas en la constitución, seguimos en pleno positivismo jurídico, en el que la ley, lejos de insertarse en un orden racional, es puro mandato del soberano acompañado del poder para imponerse efectivamente».

Entonces, la propuesta de un Estado de Derecho constituye desde ya una aceptación de ciertos principios del liberalismo filosófico; particularmente, los que giran en torno al positivismo jurídico. Tal retórica seguramente proviene del democristianismo de la falange pero, además, de la ingenuidad tercerposicionista que niega al liberalismo económico pero perpetúa al liberalismo filosófico, moral y político.

El libro citado continúa así: «El Estado Revolucionario substituirá, precisamente, todos los métodos arcaicos que si bien en su época cumplieron una función histórica, ahora, en tiempos modernos, inevitablemente tienen que ser suplidos por doctrinas modernas». Vemos reproducido nuevamente al historicismo, pues no es muy adecuado a la realidad creer que las ideas se sustituyen las unas a las otras con el paso del tiempo encaminándose siempre hacia el bien porque sí.

El magisterio de la Iglesia considera oficialmente que historia e historicismo son «conceptos antitéticos». Como dijo Pío XII en su discurso Vous avez voulu de 1955: «El término «historicismo» designa un sistema filosófico que no percibe en toda la realidad espiritual, en el conocimiento de la verdad, en la religión, en la moralidad y en el derecho más que cambio y evolución, y rechaza, por consiguiente, todo lo que es permanente, eternamente valioso y absoluto». Además, puntualiza: «Tal sistema es, sin duda, inconciliable con la concepción católica del mundo y, en general, con toda religión que reconozca un Dios personal».

Otra muestra de la continuidad liberal de este falangismo la encontramos aquí: «Bolivia es una nación independiente y soberana, porque tiene el sentido de autodeterminación soberana, que reside en el pueblo». Colocar al pueblo como fuente de soberanía y plantear una suerte de autodeterminación implica hacer de la democracia un fundamento de gobierno y no solo una forma más de gobierno.

Adicionalmente, la doctrina falangista se aferra al error filosófico del voluntarismo cuando dice: «Nuestra independencia es la esencia compacta de voluntades sólidas en torno a la bandera que es el símbolo de la nación». Si la suma de voluntades es suficiente para justificar una independencia, entonces se perpetúa la idea del derecho perpetuo a la sublevación.

El magisterio de la Iglesia es tajante al respecto: «Muy diferente es en este punto la doctrina católica, que pone en Dios, como un principio natural y necesario, el origen del poder político». Es contradictorio que un partido político que se dice católico desconozca este principio establecido en la encíclica Diuturnum illud de León XIII, documento que conforma la Doctrina Política de la Iglesia.

E. Zúñiga, Círculo Tradicionalista San Juan Bautista.