Las dudas de Hilaire Belloc sobre el Crédito Social (y III)

Belloc, finalmente, remitió una Carta al Editor de The New English Weekly (publicada en su número de 1 de Noviembre de 1934 bajo el título «El Sr. Belloc explica») a fin de «aclarar mi posición, la cual pienso que la oscurece algo su comentario a un reciente trabajo mío». Este último escrito, que nosotros sepamos, sólo obtuvo como réplica reseñable la del Canónigo F. H. Drinkwater en un nuevo artículo impreso en esta misma publicación el día 22 del mismo mes, bajo el encabezamiento «La libertad bajo el Crédito Social», y reunido también más tarde en su opúsculo recopilatorio ¿Por qué no acabar con la pobreza? (1935). En su Carta, comienza Belloc diciendo: «La objeción parcial que yo, y algunos que piensan como yo, ofrecemos a la plena política de socializar el crédito para el consumo, no es la de una postura económica, sino moral y política. De la factibilidad de tal esquema, y su poder de incrementar enormemente el consumo medio, ninguna duda es posible (al menos yo, ciertamente, no tengo ninguna). Mi pregunta era si tal incremento se obtendría por un camino correcto: quiero decir, por el camino más adecuado a la naturaleza del hombre y de su felicidad». Añade que, desde el punto de vista económico, entre el actual sistema capitalista y un régimen de Crédito Social, no tiene ninguna duda en preferir este último; e incluso no tiene inconveniente en reconocer que éste proporcionaría un mayor poder de consumo que el que daría un régimen de propiedad bien distribuida (i. e. distributista). «Pero –añade– mi punto está en que este último [régimen] es consistente con la naturaleza del hombre y satisface su naturaleza espiritual de una manera que ningún esquema socialmente controlado puede hacer. En otras palabras, mi duda –pues es más bien una duda que una objeción– tiene la misma raíz que aquella hostilidad al Socialismo a la cual dediqué –cuando el Socialismo era un tema de actualidad– no poca cantidad de mi tiempo durante mis mejores años. El crédito socializado no es inhumano ni repulsivo como lo era el ahora muerto y pasado de moda Socialismo. Pero aun así, el funcionamiento del Crédito Socializado depende de poderes públicos que controlarían al individuo (o más bien a la familia), a mi juicio, indebidamente. Una sociedad en donde los hombres piensan en términos de ingreso es radicalmente diferente de una en donde los hombres piensan en términos de propiedad. Esta última me parece a mí la condición necesaria de la dignidad humana, la cual es incompatible con menos de una cierta cantidad muy grande de libertad».

Drinkwater, en su artículo, contesta –creemos con razón– que «no hay nada que impida a los hombres pensar tanto en términos de ingreso como de propiedad, como siempre lo han hecho. El Crédito Social no es en modo alguno inconsistente en principio con la propiedad. Una de las principales razones por las que creo en él es precisamente porque, no sólo provee una vía para llevar a cabo una más difundida propiedad, que todos los católicos (siguiendo las Encíclicas papales) deseamos, sino también porque ayudaría a mantenerla difundida». Belloc termina diciendo: «Los tickets de crédito dejan a sus destinatarios libres para ejercer su elección individual, pero sus límites han de ser estimados por la maquinaria del Estado; han de ser emitidos por la maquinaria del Estado. “Así –podría replicarse– era el dinero metálico antes de que el Estado abandonara sus derechos sobre él”. Esto es verdad, pero el paralelo no se sostiene, pues, aunque sólo el Rey podía acuñar los metales preciosos, él no procedía a distribuir las monedas como largueza. El sistema bajo el cual una moneda expandida a través del crédito es distribuida como largueza, es un sistema que pone al individuo [o] la familia a merced del Rey. Él puede dar o negar a voluntad».

El Sacerdote inglés Francis Harold Drinkwater, Canónigo Honorario de la Catedral de San Chad (Archidiócesis de Birmingham) desde 1956.

Por su parte, Drinkwater, además de puntualizar que no se trata de una «largueza» sino de un deber de justicia, critica la falta de precisión de Belloc en el alcance de su concepto de propiedad, pilar social básico que ayuda a definir los límites naturales de un poder supremo promotor del bien común. A nuestro parecer, quizá Belloc pecase aquí un poco de «lordactonismo», y no deja de ser paradójico que le disgustara la regalía financiera regia existente en el Antiguo Régimen, y no viera su perfecta compatibilidad con la realidad socio-económica distributista general fomentada por aquél y que tanto alababa él (con razón) como modelo de genuina libertad o independencia social. En fin, hubiera sido de desear que a este gran pensador-literato le hubiera llegado el ejemplar de 15 de Noviembre de 1939 del semanario de Montreal La Semaine Religieuse, en donde se publicó el Informe de la Comisión de nueve teólogos nombrada por los Obispos de la Provincia de Quebec para un Estudio «acerca del sistema monetario del Crédito Social», a fin de determinar si estaba o no inficionado de Socialismo, y cuya conclusión rezaba: «La Comisión no puede ver cómo los principios básicos del sistema de Crédito Social, tal como son explicados más arriba, pudieran ser condenados en nombre de la Iglesia y de su Doctrina Social».

Félix M.ª Martín Antoniano