En su pasado viaje a Canadá el papa ha pedido perdón una y otra vez por los abusos cometidos por católicos en la evangelización del país. Sin apenas alusión al celo misionero y al espíritu martirial de quienes llevaron la gloriosa fe al país de los arces, el papa se ha contentado con arrodillarse y humillarse en nombre de los héroes de la cruz. No parecen gustarle dichos héroes, él prefiere los héroes de la película Pocahontas y el mundo ideal y maravilloso de Disney en el que los malos y los buenos han tornado sus papeles. Pero no sólo los héroes de la cruz deben ser olvidados para descubrir nuevos modos de evangelización, sino que los héroes de la espada también deben ser enterrados en el olvido y así lo ha declarado en su discurso en la Basílica de Notre-Dame de Quebec en el que ha hablado de la secularización:
«(…)La mirada negativa (sobre la secularización), nace con frecuencia de una fe que, sintiéndose atacada, se concibe como una especie de “armadura” para defenderse del mundo. Acusa la realidad con amargura, diciendo: “El mundo es malo, reina el pecado”, y así corre el peligro de revestirse de un “espíritu de cruzada”. Prestemos atención a esto, porque no es cristiano; de hecho, no es el modo de obrar de Dios(…)Si cedemos a la mirada negativa (sobre la secularización) y juzgamos de modo superficial, corremos el riesgo de transmitir un mensaje equivocado, como si detrás de la crítica sobre la secularización estuviera, por parte nuestra, la nostalgia de un mundo sacralizado, de una sociedad de otros tiempos en la que la Iglesia y sus ministros tenían más poder y relevancia social. Esta es una perspectiva equivocada».
Explica Alvaro D’Ors cómo su experiencia vital de la cruzada nacional fue la que le hizo «ver el profundo sentido del contraste entre la tradición patria y la secularización europea encarnada en el enemigo». Por su parte Juan Fernando Segovia escribe cómo «la secularización niega aquello que la religión católica afirma como verdad respecto de Dios, de la creación y del hombre. No es un ataque a la fe y a la religión en general (aunque sí pueda decirse del ateísmo), sino un ataque a la religión católica y la Iglesia».
No entendemos qué mirada positiva puede haber en una secularización que niega a Dios y que odia a la Iglesia católica. Parece querer descubrir el papa una nueva cristiandad social, política y ecológica en la que el hombre vive en paz y armonía con los otros hombres y con la naturaleza. Quizás olvida el papa que ese era el jardín del Edén y que ahora el hombre está herido por el pecado original. La sombra de Pelagio planea en el cielo de la nueva cristiandad.
«Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan». S. Mat 11:12
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