Para leer la primera parte de este artículo, haga clic aquí.
***
Santos Marca Tola, principal dirigente de los caciques que reclamaban sus títulos virreinales de tierra al Estado liberal boliviano, resultó apresado, confinado y perseguido en numerosas ocasiones. Fue tan así, que llevó años detenido en el panóptico de La Paz. Las dificultades no lo desanimaron, pues dedicó buena parte de su vida a esta causa tan noble y falleció en 1939. El Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (ABNB) conserva los expedientes que Santos Marca Tola le confió en 1920 a dicha institución, denominada en su época Archivo General de la Nación (AGN).
El periódico La Reforma, de La Paz publicó el 20 de enero de 1921 un comunicado en el marco de los reclamos de los caciques apoderados. El documento lleva las firmas de José Aduviri, Blas Castillo, Manuel Choque, José María Victoria y Nicolás Mamani, y fue elaborado a petición de Santos Marca Tola, Ascencio Cero y Eduardo Nina Quispe. Fue uno de los primeros registros en los matutinos de prensa enviado por Marca Tola.
El texto señalado indica que los indígenas comunarios aymaras de varias provincias de distintos departamentos reclaman por sus tierras: «Nosotros estamos sujetos bajo las deliberaciones de nuestros virreyes del Perú, México y una ordenanza del año 1562». También se refiere a la Iglesia como «la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana» y a sus altos cargos jerárquicos como «su ilustrísima el señor Arzobispo y Obispos de Bolivia», lo cual desde ya deja entrever gran respeto y obediencia a las autoridades religiosas.
Pero ¿por qué los caciques apoderados hacían tanto énfasis en la potestad virreinal a pesar de la ya instaurada república liberal en su época? Tal vez una anécdota relatada por Ramiro de Maeztu en 1934, en su Defensa de la Hispanidad, nos pueda dar algunas pistas:
«Don Eusebio Zuloaga me contaba que no hace muchos años le guió un cacique indio por las montañas de Bolivia. El indio se apoyaba en un bambú que tenía en el puño una vieja onza española. “¿Quién es ése?” —le preguntó Zuloaga, señalando con el dedo la efigie de la onza—. “El Rey de Castilla, mi rey” —repuso el indio—. “¿Cómo tu rey? Aquí en Bolivia tenéis un presidente” —observó Zuloaga—. Pero el indio se lo explicó todo: “Ese presidente lo nombra el rey de Castilla. Si no fuera por eso, ¿crees tú que yo me dejaría mandar por un mestizo?”. Sin duda ha habido gobernantes en Bolivia que, hasta hace pocos años, han querido fortalecer su prestigio haciendo creer a los indios que los designaba el rey de España. Ello no muestra sino que la obra protectora de los indios, a que se dedicó durante tres siglos la Monarquía Católica española, por medio de toda organización gubernativa y eclesiástica, ha echado raíces tan profundas en los pueblos de América, que no pueden concebir otra autoridad legítima que la que ella designa».
E. Zúñiga, Círculo Tradicionalista San Juan Bautista.