Los frutos de la Reforma

Dos protestantes se sientan a la izquierda de Juan Pablo II (dcha en la imagen) en un encuentro ecuménico celebrado en la catedral católica de Paderborn, Alemania

En 1980 con motivo de un viaje pastoral a Alemania y empujado por urgencias ecuménicas («es mucho lo que nos urge en este encuentro fraterno»), Juan Pablo II se dirigía a los representantes del consejo de la comunidad «evangélica» de Alemania con estas palabras:

«Recuerdo en este momento a Martín Lutero que en 1510-1511, como peregrino, pero también buscando y preguntando, llegó a Roma, a las tumbas de los Príncipes de los Apóstoles. Hoy vengo yo a ustedes, a los herederos espirituales de Martín Lutero; vengo como peregrino. Vengo para dar, en un mundo cambiado, un signo de la unidad en los misterios centrales de nuestra fe».

En septiembre de 2011, Benedicto XVI hablaba a los representantes de la misma «iglesia», con palabras parecidas:

 «Como Obispo de Roma, es para mí un momento de profunda emoción encontrarlos aquí, en el antiguo convento agustino de Erfurt. Hemos escuchado que aquí, Lutero estudió teología. Aquí celebró su primera Misa. (…) estudió teología y se encaminó hacia el sacerdocio en la Orden de San Agustín (…). Lo que le quitaba la paz era la cuestión de Dios, que fue la pasión profunda y el centro de su vida y de todo su camino. El pensamiento de Lutero y toda su espiritualidad eran completamente cristocéntricos».

En octubre de 2017 y con motivo de los 500 años de la ruptura de la cristiandad se publicaba la Declaración conjunta de la Federación Luterana Mundial y el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los cristianos:

«Estamos muy agradecidos por los dones espirituales y teológicos recibidos a través de la Reforma, conmemoración que compartimos juntos y con nuestros asociados ecuménicos del mundo entero. Asimismo, pedimos perdón por nuestros fracasos, las formas en que los cristianos han herido el Cuerpo del Señor y se han ofendido unos a otros durante los 500 años transcurridos desde el inicio de la Reforma hasta hoy. Nosotros, luteranos y católicos, estamos profundamente agradecidos por el camino ecuménico que hemos recorrido juntos en los últimos 50 años».

Azuzados por los papas, este febril ecumenismo se materializó en cientos de reuniones, asambleas, debates y congresos de pancristianos que dejó exhausta a la Iglesia católica en Alemania que ya agonizaba víctima de la crisis común a toda la iglesia universal.

Tanto Juan Pablo II («Debemos continuar el diálogo y los contactos». «Debemos poner en práctica lo que une». «El diálogo conducido después del Concilio nos ha hecho avanzar bastante en relación con todo esto. Precisamente en Alemania se han dado varios pasos importantes»), como Benedicto XVI («Fue un error de la edad confesional haber visto mayormente aquello que nos separa, y no haber percibido en modo esencial lo que tenemos en común») y Francisco han dirigido con urgencia a la Iglesia alemana al diálogo desbocado con los herejes.

Décadas de obsesivo y delirante ecumenismo no han sido en vano, no han caído en saco roto y los frutos están a la vista. El optimismo que embargaba a nuestros pontífices, ante los avances en el acercamiento a la comunidad hereje, ante la nueva forma de ver la fe en estos tiempos nuevos, ha chocado con la dura realidad de la apostasía.

Hoy a los pastores de la Iglesia en Alemania bien podemos aplicarles las palabras que San Pío X dedicaba a los modernistas: «Por fin, y esto parece quitar toda esperanza de remedio, sus doctrinas les han pervertido el alma de tal suerte, que desprecian toda autoridad y no soportan corrección alguna; y atrincherándose en una conciencia mentirosa, nada omiten para que se atribuya a celo sincero de la verdad lo que sólo es obra de la tenacidad y del orgullo».

No sólo los errores de Rusia, como profetizó la Virgen en Fátima, se han extendido por el mundo; también y en paralelo y a veces también encontrándose, los errores protestantes han conseguido introducirse en la filosofía, en la teología y en la misma mentalidad católica. Estos errores han conseguido camuflarse de tal manera, que muchos de aquellos que condenan la deriva de la iglesia alemana en lo moral, son incapaces de ver su propia cojera y su alejamiento de la verdadera doctrina tradicional. 

Belén Perfecto, Margaritas Hispánicas