La injusticia empresarial en Bolivia (y II)

SOLO EL REINADO SOCIAL DE CRISTO PODRÁ REPARAR ESTA GRAVE HERIDA

Fuente de la imagen: Bolivia Energía Libre

Continuando con el análisis del pésimo sistema laboral boliviano, cabe citar más ejemplos concretos de cómo se manifiesta cierta injusticia empresarial por la cual los empleados terminan perjudicados. Todo para intentar decir lo que no se dice en el artículo Precariedad laboral y migración, de Ronald Nostas, expresidente de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia.

Es justa la crítica al sindicalismo cooptado por el partido de gobierno, que cuenta con la complicidad de la Central Obrera Boliviana (COB), verdadera mafia de vividores del Estado que opera desde la Revolución del 52. Sin embargo, recalcamos el énfasis que hace falta realizar para conseguir un panorama más amplio de la crisis laboral que se vive en tierras altoperuanas ya a casi un cuarto del siglo XXI, crisis de la cual el gobierno no es el único culpable.

Los sueldos y salarios a escala nacional parecen ser tan injustos que, quienes tienen a la mano una mejor tecnología, recurren a empresas de otros países. No sería raro en este país que, al obtener un empleo remoto de una empresa ubicada en el extranjero, se genere mejores ingresos que en una empresa boliviana. Desde allá, pagan cientos de dólares; acá, tacañean demasiado los pesos.

Tampoco es raro que el jefe les pida a sus empleadas no embarazarse, debido a que cuesta mucho otorgarles el beneficio social correspondiente a la maternidad, pero sobre todo, porque considera que tener hijos no es bueno, ya que el ensanchamiento de la familia perjudica el rendimiento laboral constante. Tal es el caso de cierta empresa dirigida por una mujer, empresa que comulga con los principios feministas y que supuestamente se siente orgullosa de tener a muchas mujeres en su oficina, a pesar de pagarles sueldos que no corresponden a sus estresantes funciones.

Sucede también que existen compañías con «orientación a resultados» que exigen horas extra de manera muy implícita, con un lenguaje muy ambiguo e indirecto. Tal es el caso de cierta empresa que en algunas de sus oficinas lleva un afiche que reza que un buen empleado «no trae excusas, esperanzas ni explicaciones», pero «sí brinda dedicación, hechos, resultados y soluciones».

Y eso no es todo. Universidades privadas (empresas educativas, pues) resultan premiadas con galardones como el Great Place To Work o Empleador Líder, a pesar de que no contratan a sus docentes como parte íntegra del plantel, sino como personas externas. Además, cada profesor está obligado a caer solitario en las garras del Estado, abriéndose un Número de Identificación Tributaria (NIT) para pagar impuestos por su cuenta ganando honorarios miserables. ¡Pero además! En algunos casos, el maestro debe pagarse su propio agasajo para el Día del Maestro, porque a la universidad tacaña no le da la gana pagárselo.

Constituye también un factor clave del desastre laboral el actual sistema de transporte, copado por las federaciones de transportistas, que tan pésimamente organizadas están y que brindan un servicio muchas veces deficiente. Más de cien líneas de microbús operan tan solo en la ciudad de Santa Cruz. Casi tres cuartas partes de los vehículos cuenta con más de veinte años de antigüedad. No son pocas las líneas que apresuran el paso, todo por cumplir a tiempo su respectiva ruta, sin importar si se chocan con otros vehículos, dañan a sus pasajeros o caen en canales de desagüe, como recientemente pasó con la línea 4.

No son raras también las empresas que no solamente son injustas con sus empleados, sino también con sus clientes, vendiéndoles liebre por gato. Tal es el caso de los técnicos reparadores de electrodomésticos, celulares, computadoras o motorizados, que tanta desconfianza generan en la población debido a que reparan mal las cosas.

Como se ve, si bien el régimen del Movimiento Al Socialismo (MAS) tiene cierta responsabilidad de peso sobre la situación del bolsillo de muchas familias bolivianas hoy, también las empresas, sean grandes, medianas o chicas, comparten esa responsabilidad. Lo malo no es el Estado ni la empresa en sí mismos, cabe aclarar, sino las doctrinas irrealistas con las que se ha contaminado desde hace siglos a las personas que manejan ambas instituciones. Solo el Reinado Social de Cristo podrá reparar esta grave herida, pues es necesario un régimen que premie la virtud y castigue el vicio (y no al revés).

Lucas Salvatierra, Círculo Tradicionalista San Juan Bautista.

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